OSCAR ARNAL | EL UNIVERSAL
La política monetaria que en buena medida causa inflación necesita de correctivos profundos, que van mucho más allá de los controles. Lo explico con los siguientes ejemplos que tocan la realidad:
Cupo de Cadivi: hasta el momento en que escribo estas líneas hay una gran tensión sobre lo que sucederá con los dólares de Cadivi hacia el futuro. El diferencial gigantesco que existe en el mercado hace que nada sea más apetecible en Venezuela que el dólar oficial. Cualquier ejemplo lo prueba con facilidad. Sí usted puede comprar un celular con su cupo electrónico completo, gastará 2.520 bolívares. Ese mismo teléfono en Venezuela no se consigue por menos de 24 mil bolívares en ningún sitio. Hice la prueba con el Samsung Galaxy S4 mini. En Amazon.com ronda los 360 dólares, en mercadolibre.com se consigue en alrededor de 24 mil bolívares. Quien tiene el cupo electrónico sabe que al comprar cualquier cosa o varias por el total, ahorra u obtiene un diferencial a favor de unos 20 mil bolívares. Eso explica la tensión nacional por la materia, que se hace exponencial ante el temor de una devaluación por parte del gobierno o el cambio en las reglas de juego.
Precios de Daka vuelven al pasado: junto con los de los electrodomésticos en general, en la gran mayoría de los comercios. Las tiendas alegan que compran a proveedores nacionales. Y tiene que ser que quienes les venden no tienen dólar Cadivi. Surge la interrogante ¿de si fue solo una jugada de estrategia electoral el bajón súbito de precios? Y como ahora no hay elecciones, y ya se agotó aquel inventario, todo vuelve a los precios anteriores, ya que no tienen cómo, ni con qué, resolver el problema de fondo.
Surge la polémica, el bolívar ¿sobrevaluado o devaluado?: depende del parámetro que se utilice. El bolívar oficial está sobrevaluado sin duda, pero cuando vas al mercado te das cuenta que con un bolívar es muy poco lo que se puede comprar. Y que la inflación ha devaluado de manera impresionante al bolívar. Ni hablar del mercado negro donde el bolívar ha venido perdiendo valor de forma sustantiva frente al dólar, a niveles incluso de irrealidad. Los verdaderos parámetros bolívar-dólar los tenemos en lo que han dicho las instituciones financieras internacionales especializadas, quienes lo sitúan en un rango que triplica lo estipulado de forma oficial y que sería su valor real de mercado. La mayoría de las monedas del mundo se cotizan como cualquier otro bien en el mercado y se afianzan cuando hay confianza y seguridad jurídica.
El Sicad y la subasta de dólares: optar por dólares es como hacer una cola en un mercado para comprar aceite, papel tualé, azúcar o harina pan. Al llegar los productos se agotan y vuelven las colas. La ansiedad de no tenerlos en el futuro produce una demanda insaciable. En un país que importa la mayoría de lo que consume, el dólar termina siendo esencial y de no conseguirse, quienes comercian tienen que comprarlo a quienes lo venden a riesgo de cerrar. Cuando una madre no consigue leche en el mercado para sus hijos, acude a donde la puede comprar y paga lo que sea. Hace unos años acudí a un seminario donde se preguntó a los más de 300 asistentes, cuánto estarían dispuestos a pagar por un dólar, la respuesta ganadora fue la que contemplaba el precio mayor.
El dólar turístico como irrealidad: cualquier persona que viene del extranjero tiene alguna conexión directa o indirecta con los venezolanos. En caso contrario, desde que llega le van a estar ofreciendo muchos más bolívares por dólares, que los que puede adquirir a tasa oficial. Con las mismas divisas podrá comprar mucho más y alimentarse con mucho menos.
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