Fausto Masó / El Nacional
Solo convocando a algún tipo de consulta electoral Nicolás Maduro acabará con la protesta popular, una consulta que se realizase con un nuevo CNE, y preguntase al país si quiere aplicar un modelo socialista, por ejemplo. La otra alternativa sería abandonar el modelo económico, mandar a Giordani de embajador al Vaticano, y nombrar nuevos ministros. Sin embargo, Maduro no ha comprendido la gravedad de la situación que de una semana a otra empeora.
Al extinto presidente le fue de maravillas predicando la violencia, hablando despectivamente de empresarios y adversarios políticos, amenazando a mandatarios extranjeros. Dejó como herencia un país dividido por el odio al que engañaba con gestos de paz. Maduro imita ahora la tomadura de pelo del año 2002, cuando Chávez utilizó a Gaviria y Carter para ganar tiempo y consolidarse en el poder 10 años, pero segundas partes nunca fueron buenas. El espectáculo del miércoles fue burdo, apenas Jorge Roig y Lorenzo Mendoza hablaron con claridad en defensa de los intereses de los sectores privados, lo que provocó inmediatamente una respuesta airada de Jorge Rodríguez. Al día siguiente por el canal 8 se acusaba de fascistas a los dirigentes de oposición.
Maduro dijo que la Constitución guiará cualquier acuerdo de paz, lo cual significaría que habría que enjuiciarlo por haberla violado tantas veces, pero si aplicásemos la teoría del borrón y cuenta nueva, si comenzáramos a aplicar la Constitución se tendría que escoger ya nuevos magistrados del Tribunal Supremo, rectores del CNE, contralor y fiscal según sus reglas, acabar con la hegemonía mediática oficial, darle a la oposición tiempo en los canales oficiales para transmitir en vivo y en directo las marchas, suministrarles papel a los periódicos, cambiar las autoridades de la Asamblea, y reconocer que en ninguna parte de la Constitución se habla de socialismo.
Lenin aplicó la NEP que permitió a los pequeños comerciantes impulsar la economía rusa, vencer un poco la hambruna, hasta que se sintió fortalecido e implantó el socialismo. En Francia Mitterrand llegó al poder aplicando un programa socialista de estatizar la economía, reconoció pronto que el país marchaba hacía el desastre y dio un giro de 180 grados. Maduro no es Mitterrand y mucho menos Lenin; comparte el gobierno con Diosdado y con oficiales del Ejército, le falta autoridad, aspira solo a engañar a la oposición, contar con la colaboración de algunos empresarios, nada más.
Hay demasiada molestia en la calle, las manifestaciones ocurren a lo largo del país, desde Socopó a las Minas de Baruta. El suelo tiembla bajo los pies de
Maduro que luce desconcertado y la misma maniobra del pasado miércoles perdió eficacia a las pocas horas. Maduro y los que gobiernan con él no han comprendido el malestar del país. La crisis económica llega a los barrios, y no hay familia en Venezuela sin un hijo o un sobrino estudiando. Estamos en un callejón sin salida donde la indignación de la sociedad, la estupidez de sus dirigentes, la mentira continua, anuncian enfrentamientos sangrientos, los cuales se evitarían si Maduro aceptara una salida política, anunciara una consulta electoral. O cambiara radicalmente de modelo económico y político.
Dos soluciones a la mano, quizá las únicas, pero Nicolás Maduro ni siquiera piensa en ellas. Quizá intenta que un Pepe Mujica haga el papel de mediador con la oposición, solo que la protesta en las calles no obedece a ninguna organización, o líder, y se calmaría si hubiera una señal clara de un cambio político, de una salida electoral o de la modificación radical del sistema económico, lo cual se le hace cuesta arriba a Maduro porque provocaría un aumento dramático de la inflación, como ocurrirá con el Sicad 2. Y no hay dólares ya para mantener la ficción del cambio a 6,30 o el Sicad 1.
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