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martes, 11 de marzo de 2014

La vida normal huyó de Venezuela. Por Dámaso Jiménez


DÁMASO JIMÉNEZ | EL UNIVERSAL

Manuel Reverol tiene 17 años y sus padres tienen temor de que participe en una marcha. Cuando sale a la calle debe esconderse cada vez que ve una patrulla o hay efectivos acordonando la zona donde vive porque a varios amigos ya los han detenido como si fueran delincuentes. Realmente no tiene idea de qué se les acusa, son muchachos en bluyines y franelitas que salen sin reloj y que deben esconderse el celular para intentar salvarlo del próximo atraco. Cuando sale con su morral a cuestas debe caminar rápido y pasar desapercibido como un fugitivo, pero en estos días al bajarse de un bus que se negó a seguir su ruta por las innumerables barricadas de la ciudad, fue abordado por efectivos de la PRB y la GNB. Le preguntaron que hacía y respondió que era estudiante, lo que activó las alarmas entre los uniformados. Inmediatamente le pidieron su opinión sobre el país y respondió desde su propia visión de ciudadano adolescente: "Estamos j...". Bastó y sobró para que se lo llevaran como un terrorista y revisaran su laptop, su ropa y el celular. Lo interrogaron y lo trataron como vago y maleante por más de tres horas y le exigieron conexiones con grupos armados y guarimberos. Los familiares llegaron hasta el lugar de detención para rogar de rodillas que lo devolvieran. Salió sin querer hablar una palabra más de lo que ocurre en el país pero es inevitable pensar en eso. No le entregaron ni su celular ni la laptop donde tiene todos sus trabajos de la universidad. Sin embargo su familia dio gracias a Dios porque no lo golpearon.

Ya se hacía tarde, no había nada que echarle a las arepas para la cena y los muchachos comenzaron a preguntar qué iban a comer. Esopo se vistió rapidito y prendió el carro para ver si podía hacer una carrerita exprés que le permitiera comprar unas rebanaditas de jamón y queso en la panadería. En la C2 montó una parejita de jóvenes que estaban bien vestidos y les pidió 100 bolívares para llevarlos al próximo McDonalds. Una vez adentro lo encañonaron. No era la primera vez. La conversación fue amable. Lo llevaron a un barrio de Maracaibo-oeste donde comenzaron a salir vecinos completamente armados. Lo bajaron del vehículo y caminó acompañado de varios sujetos armados a plena luz del día y a la vista de otros vecinos que se limitaban a seguir una vida normal viendo hacia otra parte. Esperó horas sentado en una piedra mientras le desvalijaban algunas piezas del vehículo, hasta que alguien hizo una llamada con la orden de soltarlo. Antes que le dieran 100 bolívares para que se las arreglara saliendo de allí, se preguntó por qué la policía no entraba al lugar. Al otro día cuando fue a poner la denuncia y reconocer que no tenía seguro, le notificaron que el carro había sido recuperado por la PRB y se encontraba en el estacionamiento completamente desvalijado.

María es chavista y quiere que se abra una investigación para que el mundo sepa realmente cuándo y de qué murió el presidente Chávez, sin embargo está en desacuerdo con las colas y la escasez de alimentos. El desabastecimiento la sorprendió a mediados de febrero y después de saltar varias guarimbas se encontró haciendo la madre de las colas para entrar a uno de esos supermercados privados que ya no son lo mismo de antes, aunque en los mercales y bicentenarios hace tiempo que ya no hay nada. Afuera le dijeron que había llegado el pollo y alguien vio a otro con harina PAN y leche en una bolsa. La alegría fue contagiosa pero la sorpresa fue deprimente al comprobar con sus propios ojos la misma foto de anaqueles vacíos que salen en los periódicos. De todas maneras lo que llevó solo le alcanzó para unos huesos para hacer sopa y sobres para hacer refrescos.

Todo esto ocurre en medio de la temida escalada de violencia que augura el presidente Maduro para el país. Llamar a los colectivos violentos a enfrentar a los manifestantes no tiene nada que ver con la agenda de paz propuesta hace unos días. La gente espera por no desesperar pero el perfume del odio se expande cuando el gobierno insiste en no reconocer la crisis, ni la inseguridad, ni la existencia de venezolanos con intereses distintos.

¿A quién le interesa una guerra civil entre hermanos si las 20 muertes de estas pocas semanas nos destrozan el alma de luto? ¿Está mal pedir un espacio para la vida cuando han ocurrido 2.841 homicidios a manos del hampa en todo el territorio nacional en los primeros dos meses del año? ¿Por qué le molesta al gobierno que unos jóvenes reclamen un futuro mejor al que están condenados a vivir, luego de 15 años creciendo como ciudadanos de segunda bajo un gobierno y una sociedad que los trata como escoria, con la única opción de recibir plomo en las calles y ser despojados de lo que tienen, sin posibilidades de trabajo ni de crecimiento? Para los que piensan salir de Maduro de forma automática, ¿qué piensan hacer después con la AN? ¿Por qué la MUD no ha podido explicar a los manifestantes que la lucha es larga y no existen soluciones inmediatas? ¿A qué juegan?

El único que se ha atrevido a dar una respuesta clara ha sido Pompeyo Márquez. No deja desamparado a los manifestantes como lo hace la MUD y reconoce que es posible una transición enmarcada dentro de los parámetros establecidos por la Constitución para rescatar la democracia, la cordura y reconstruir la República. Pero a estas alturas nadie escucha.

@damasojimenez



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