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viernes, 14 de marzo de 2014

Maduro ¿de verdad duermes tranquilo?. Por Agustín Blanco Muñoz


AGUSTÍN BLANCO MUÑOZ | EL UNIVERSAL

Justo cuando aumenta el registro de muertes y se percibe la consternación por todas partes, llama la atención la respuesta de Nicolás Maduro (NM) a la pregunta de la periodista de CNN sobre su descanso. Dijo que cada noche duerme tranquilamente, como un niño.

Mientras muchas familias de este expaís están sumidas en un terrible padecimiento por la cosecha de muertos, heridos, secuestrados, detenidos y maltratados de estos días, el primer responsable de cuanto ocurre aquí declara que goza de paz y un gran sosiego que le permiten comportarse como un niño, bailar a la misma hora del entierro de los asesinados o impulsar con todos los recursos unos carnavales dirigidos a borrar las huellas de la muerte en revolución.

¿Pero se aparta este intento de esconder la muerte del proceso que ha definido y determinado la historia de este expaís? Aquí la muerte se exhibe como actora permanente e indispensable en nuestras más variadas situaciones.

Esta es una historia que reiteradamente ha jugado, traficado y negociado con la muerte. Más aún, es el signo de la historia de una humanidad que aún no se ha hallado a sí misma. Y en ese marco hay que repensar nuestro acontecer. A esta sociedad no sólo se le ha impuesto la muerte sino que se le ha acostumbrado a vivir en su seno y bajo sus coordenadas. Y esa es nuestra mayor tragedia en tanto colectivo-pueblo.

En la medida en que avanza nuestra deformación industrial, económica, social y material, aumenta nuestra condición de simples sobrevivientes. Y eso hay que advertirlo para examinar las palabras de NM. ¿Cómo es eso de que mientras este expaís vive una tragedia de tan altos decibeles, el supuesto jefe de Estado duerme tranquilamente?

¿Para él y su gobierno esta situación no es un problema? ¿Lo único que importa es cumplir con las metas fijadas para que avance el socialismo del siglo XXI? A esta hora hay que concluir que para este gobierno la prioridad es cumplir con el mandato del golpista-presidente (GP) y comandante eterno: hacer la revolución por encima de todos los obstáculos, sin detenerse en los sacrificios necesarios.

En un principio, tal y como lo postuló el GP, se avanzaría por el camino de la paz y el entendimiento, pero si esto no ocurre, se acudiría a la vía de la fuerza y la imposición.

El decir del GP fue constante y determinante: esta revolución es pacífica pero armada y violenta. Quienes acepten los lineamientos impuestos tienen garantizada la sobrevivencia. Quienes actúen en forma contraria recibirán las penas más duras, hasta la muerte si fuese necesario.

Las revoluciones no pueden conciliar con quienes se declaran sus enemigos. Ante ellos hay que actuar como el padre Libertador y dar continuación a la Guerra a Muerte. Matar en nombre y por la propia revolución, que en el fondo va a producir "la mejor suma de felicidad posible".

En esta dirección se apela a la institución de la muerte y se cuenta por millares los caídos en una independencia que poco tiene que ver con beneficios de un colectivo-pueblo que ve postergadas una vez más sus reivindicaciones sociales y económicas.

Pero este sigue siendo el esquema que rige nuestro proceso social y por ello hoy estamos ante una situación en la cual, al lado de la pena de muerte, convive el festejo de la misma.

En efecto, mientras se producía la noticia de la tragedia de los muertos, se convocaba los carnavales más alegres de todos los tiempos porque al pueblo no se le pueden quitar sus fiestas, ni sus tradiciones. Por encima de la muerte debe prevalecer el circo, el engaño, el festejo. Matar, en todo caso, se impone como un deber patriótico y revolucionario.

Las posibilidades son muy claras: o defiendes la patria socialista-revolucionaria-comunalista del siglo XXI, o estás del lado de la contrarrevolución y quedas sujeto a la aplicación de la pena de muerte. Y cada opositor debe saber que se juega la vida.

Por lo pronto, dadas las normas de convivencia exigidas por quienes controlan el respeto a los DDHH, se aplica penas selectivas sin dejar de crear condiciones, para aumentar el número de contrarios o enemigos que puedan ser ejecutados. La revolución para ser verdadera tiene que matar. Dividir la población entre militantes del amor socialista y el odio imperial.

Esta es la trampa tendida a quienes no militan en el oficialismo ni en las oposiciones. Es la parte mayoritaria, que incluye la clase media, sobre la cual se lanza permanentes amenazas y limitaciones dada su inclinación hacia la forma de vida capitalista y de libre mercado.

Por ello, lo inmediato y mediato para este proceso es ejercer un mando-poder cada vez más amplio y significativo. Y para lograrlo se utiliza todo tipo de presión, ofertas, negociaciones y cualquier otra forma que contribuya a ocultar los límites estratégicos del proyecto.

Por tanto, a partir de los sucesos del 12F-14, cuando se producen los primeros muertos de esta contienda, se actúa simultáneamente en dos planos. Uno para desmoronar y destruir todo lo que tenga que ver con oposición. Y otro, una convocatoria por la paz, instrumentando unas tales condiciones que se hermanarían a un diálogo sincero y productivo.

Antes del 12/02/14 se había iniciado un diálogo con todos los alcaldes y gobernadores de oposición y luego, dado el clima de violencia, se repliegan y ponen condiciones. Exigen el respeto a la Constitución, libertad de los presos políticos, justicia en los casos de los recientes asesinatos, fin a la escasez, enfrentar la inseguridad y trasmitir ese diálogo en cadena nacional.

Mientras, NM sigue su llamada prédica de paz a la vez que pide a los colectivos, a la fuerza armada irregular, enfrentar y disolver "las candelitas", es decir, las guarimbas. En algunos estados, como en el caso San Cristóbal, se militariza la ciudad. Se habla de paz pero se convoca a la marcha de los comuneros para mostrar que el comunalismo sigue a paso de vencedores.

Las oposiciones, por su parte, no exhiben plan o voluntad alguna para enfrentar y detener el modelo del fracasado socialismo que aquí se quiere vender como socialismo. Se limitan a actuaciones que llevan implícito el sello de reconocimiento del adversario y la disposición para el diálogo de paz, si se cumplen sus condiciones.

Nadie puede decir hoy que se desconocen los planes de esta llamada revolución. Tampoco se levantan voces que se le opongan. Y esto significa que si no se vence de raíz este proyecto, habrá que resignarse a sobrevivir bajo su égida-hegemonía. La otra actitud, la opositora radical y frontal conduciría indefectiblemente a los más altos territorios de la muerte.

¿Y qué hacer entonces ante este terrible y dramático cuadro? La salida de la paz-conciliación, con desaparición incluida del proyecto socialista, queda descartada. La revolución petrolero-socialista debe permanecer por decisión de la politiquería interna y su correspondiente cúpula-burocracia, que se beneficia, y los componentes internacionales que obtienen iguales privilegios.

Ante esta realidad ¿habrá que caer, de manera invariable, en la violencia que conduzca a una confrontación que implique una gran cosecha de muertes?

Volvemos, una vez más, sobre la propuesta que tiene como punto de partida la organización consciente del pueblo colectivo, de la fuerza social con miras a producir el desplazamiento del imperio socialista del siglo XXI montado a punta de violencia-masacre y renta petrolera.

Por lo pronto, estamos y seguimos en dirección a un tiempo de guerra y muerte, que no sabemos hasta dónde nos puede llevar en el camino de la destrucción instaurado en este expaís ¿Seguirá Maduro en su sueño tranquilo? ¡Qué historia amigos!

@ablancomunoz / abm333@gmail.com



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