LUIS JOSÉ SEMPRUM | EL UNIVERSAL
Después de dos meses ininterrumpidos de protestas, el régimen de Nicolás Maduro, tutelado por los cubanos, cree que si sigue reprimiendo con cada vez más saña y crueldad, entonces la situación se va a calmar, y todo va a regresar a la realidad previa del 12 de febrero. Pero eso es un gran error de cálculo, por no llamarlo fantasía.
Los cubanos piensan que la gente olvidará los 40 muertos, los 450 heridos, los 60 torturados y los 2.150 detenidos; pero hay muchos dolientes, y no solo los familiares, sino un país entero que observa indignado el comportamiento cruel e inhumano de guardias, policías y colectivos.
El régimen ejecuta la represión para infundir terror, porque castigar a unos pocos causa en el resto de la población un efecto disuasivo; pero llega un momento -difícil de definir- cuando la represión genera un sentimiento contrario: el de rabia. Y eso es exactamente lo que está ocurriendo en Venezuela.
En estos días he visto cosas realmente increíbles. Es como si los venezolanos ya no fuésemos los mismos de semanas atrás. Ha florecido un amor por la patria y una determinación tan grande por lograr la libertad, que ya no hay forma de regresar al pasado.
Pero aun si los muertos resucitaran, los heridos sanaran y los detenidos salieran libres, hay un monstruo que de todas maneras tiene a Maduro acorralado. Mientras el régimen está distraído en reprimir a jóvenes inocentes y en doblegar pueblos enteros, como sucede en el Táchira, un enemigo más poderoso crece indeteniblemente: la inflación, el desabastecimiento, la deuda externa, el colapso de la infraestructura, el dramático deterioro de Pdvsa y la inseguridad, arrasarán con todo, pero primeramente con lo poco que queda del madurismo.
Sin duda, ya nada será igual.
@LuisSemprumH
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