FERNANDO OCHOA ANTICH | EL UNIVERSAL
Escuchar a Nicolás Maduro, en su mensaje anual a la nación, me produjo varias percepciones totalmente contradictorias. La primera, fue darme cuenta del cinismo de sus palabras: miente con tal desparpajo que lo hace ver seguro de sí mismo; la segunda, captar, como nunca, el elevado grado de debilidad de su gobierno; la tercera, comprender su absoluta dependencia de la logia militar del 4 de Febrero. Estas contradicciones no son fáciles de explicar. Si se analiza el proceso político a partir de la muerte de Hugo Chávez, las preguntas se multiplican de manera infinita. ¿Es posible que un liderazgo tan débil como el de Maduro logre imponerse a grupos políticos y militares cohesionados desde hace muchos años? ¿Cómo es posible que eso haya ocurrido? ¿Se originó exclusivamente por el liderazgo de Hugo Chávez?
Veamos el mensaje y analicemos las decisiones que, en definitiva, tomó para que cada uno de mis amables lectores se forme su propio criterio. La primera parte del discurso fue un vergonzoso panegírico a la figura de Hugo Chávez. Llegó al extremo de llamarlo estadista al querer defender el Plan de la Patria de los bien argumentados ataques que ha recibido de expertos en políticas públicas y mantener el absurdo de que la obra de gobierno de Hugo Chávez fue realmente importante. Esa parte del discurso fue lamentable y demostró que necesita apoyarse en la figura de Hugo Chávez ante la inexistencia de un propio liderazgo. Maduro trató de desconocer las inmensas dificultades que enfrenta actualmente nuestro país y la dolorosa situación que viven los venezolanos ante la creciente inflación y la escasez de productos de primera necesidad.
Lo curioso fue que las esperadas medidas de orden económico no se concretaron en su totalidad. El ejemplo más palpable fue que, en contra de lo planteado por el propio Maduro, no se incrementó el preció de la gasolina, aunque al desaparecer Cadivi, mantener la tasa de cambio a 6:30, fortalecer el Sicad y el sistema de subasta por encima de 12 bolívares se realizó una devaluación a escondidas de casi el 100%. También, se estableció a través de la Ley para el control de Costos, Precios y Ganancias un beneficio máximo de 30% y se fusionó la Banca Pública y el Ministerio de Economía y Finanzas. Casualmente, el día anterior hubo una reunión en el Comando Estratégico Operacional de la Fuerza Armada que, al plantear Maduro el aumento de la gasolina, sus integrantes recomendaron no aplicar tan polémica medida.
Este hecho parece demostrar la marcada influencia que mantiene la Fuerza Armada sobre las políticas revolucionarias y cierto grado de debilidad en el liderazgo de Nicolás Maduro. De todas maneras, un conjunto de recientes nombramientos parece mostrar su decisión de incrementar el control sobre los organismos de inteligencia. Haber designado a los generales Manuel Gregorio Bernal Martínez e Iván Rafael Hernández Salas, para las direcciones del Sebin y de la DIM, después de ejercer la jefatura y subjefatura de la Casa Militar, indica un fortalecimiento del liderazgo de Maduro y un debilitamiento del ascendiente del mayor general Miguel Rodríguez Torres sobre la Fuerza Armada. También es curioso el llamado a filas de los generales Hebert García Plaza y Luis Mota Domínguez. Esa decisión debe tener alguna razón de fondo.
No tengo dudas al afirmar que Nicolás Maduro, al ir fortaleciendo su control sobre el gobierno bolivariano, ha podido incrementar, al mismo tiempo, su liderazgo militar. Es importante entender, que esa realidad no indica un real control sobre los cuadros militares. Históricamente, la actuación de la Fuerza Armada nunca ha sido fácil de prever. Durante las grandes crisis históricas venezolanas, los derrocamientos de los presidentes Isaías Medina Angarita, Rómulo Gallegos y Marcos Pérez Jiménez, se produjeron en medio de profundas alteraciones en la opinión pública por distintas razones. El descontento popular existente durante cada una de esas crisis facilitó el fortalecimiento de los grupos conspirativos que, al lograr condiciones favorables, decidieron insurreccionarse derrocando dichos gobiernos.
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