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sábado, 7 de junio de 2014

¿Por qué no te callas?. Por Adolfo Salgueiro


"El Rey renuncia, viva el Rey" es la concreción de la estabilidad democrática y consensuada.

ADOLFO P. SALGUEIRO | EL UNIVERSAL

Don Juan Carlos ha abdicado y en pocos días asumirá su heredero. Para este opinador -que tiene la misma edad que el abdicante- el ciclo vital del Borbón, desde su condición de heredero del franquismo hasta su juramentación como supuesto custodio de un orden obsoleto y represivo, su posterior transformación en referencia crucial para el tránsito hacia la democracia y la preservación de la misma y, por último, protagonista o testigo de infortunados episodios, coinciden en el tiempo con nuestro propio tránsito por esta vida. Es por ello que la noticia nos arropa con una cierta dosis de nostalgia, no muy grave pero nostalgia al fin.

Qué lástima que una figura que durante su prolongado reinado acumuló méritos y prestigio que en su momento lo convirtieron en referencia obligada de lo que es y debe ser un buen liderazgo sembrado de prudencia y aciertos tenga hoy que ver su despedida dentro de un triste marco de imprudencias y desaciertos.

Don Juan Carlos, apenas rey y no gobernante, consiguió manejar su muy reducido poder constitucional para hacerlo rendir al máximo en términos de sus contribuciones a España y como tal conquistó altísimos índices de aceptación entre los españoles logrando superar la justificada percepción de que la monarquía luce como una institución obsoleta en pleno siglo XXI. Sin embargo bien pudiera ser que esa misma monarquía aún pueda prestar el servicio de mantener unida a una España algunas de cuyas autonomías están alimentando discursos separatistas con variados fundamento que analizaremos aquí.

Pero lo importante de este episodio -a nuestro juicio- es que un Rey renuncia en paz y otro Rey lo sucede también en paz previa una larga y fructífera etapa de sólido entrenamiento y todo en el marco de unas instituciones fuertes y consolidadas que permiten que este tránsito -que no es de Gobierno sino apenas de Jefatura del Estado- se haga sin sobresaltos, sin negociaciones entre grupos con apetencias, sin militares que tengan que dar visto bueno y sin que se tengan que criminalizar a quienes piden la abolición de la monarquía. "El Rey renuncia, viva el Rey" no es una frase vacía sino la concreción de la estabilidad democrática y consensuada.

La reflexión anterior viene al caso para compararla con la debilidad de las instituciones de muchos países de América Latina y particularmente con Venezuela. Veamos cómo Maduro llega a Miraflores tan solo por la proclamación -casi dinástica- de su mentor "El Gigante" pero en medio de discusiones, sometimientos, pisoteo a la división de poderes, dudas, tensiones e inestabilidad diaria en la que no se sabe quién de verdad manda en definitiva y cuál será el menú del día de mañana.

En cuanto a la relación con Venezuela la lógica indica que nada cambiará con Felipe VI quien seguramente se limitará a reinar con las reducidas competencias constitucionales que el rey de España tiene dejando al gobierno electo democrática y alternativamente por el pueblo en manejo de los resortes que a éste competen entre los cuales las relaciones internacionales. Otra muestra más de institucionalidad sólida y civilizada.

apsalgueiro@cantv.net



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