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sábado, 20 de diciembre de 2014

El leñazo del gobierno cruel… Por Alexander Cambero


Alexander Cambero / El Universal.

Kilométricas filas en la búsqueda de algún producto de la cesta básica. Son miles de venezolanos que resisten en las puertas de los establecimientos comerciales, viven tratando de obtener algo que aminore el shock de la menguada economía familiar. Son rostros sombríos revestidos de necesidad; el socialismo terminó mostrándonos su verdadero talante de miseria colosal. Como sí se tratase de un campo de concentración nazi, en muchas de las colas les colocan un número en su antebrazo en una suerte de identificación. El ciudadano sin nombre y sin mayores registros comienza a sufrir del estrujo de su honor. La dignidad de la persona humana la pisotean con la huella profunda del socialismo. Marcados como seres destinados a la guillotina. Cada día nos parecemos más a los pueblos africanos. Son colas interminables deseando que los anaqueles les guarden algo. En Duaca observamos cómo la gente en estampida sale detrás de cualquier camión sospechoso de contener alimentos. Son ancianos que se arrastran hasta luchar con las dolencias, desempleados con su marca en el corazón; venezolanos reducidos a padecer la incapacidad de un gobierno que no sabe garantizarle alimentos al pueblo. Un viacrucis de horas aguantando las penurias en medio de la confrontación con otros venezolanos tan desesperados como el ciudadano anónimo que rumia su frustración en la querella diaria. Hemos observado peleas entre vecinos que ahora luchan por sobrevivir. Confrontaciones por lograr la obtención de cualquier rublo de la cesta básica. La cola no solo crea desesperanza, sino que tritura la calidad de vida. La gente amanece para resguardar un lugar, perdiendo horas de sueño y la posibilidad de compartir eficientemente con su familia. Desperdiciando momentos que jamás podrá recuperar.

Un régimen que practica en la realidad el capitalismo salvaje. Esas políticas excluyentes que fabrican mayor desigualdad social son en esencia neoliberales. Su revolución se convirtió en una máquina de moler pobres. Somos el país del hemisferio que menos crece. Se abre una amplia brecha entre los boliburgueses gubernamentales y los depauperados de la tierra. Esta administración se ha ensañado con una población que mayoritariamente se identificó con el proceso revolucionario. En la medida en qué creció la ineficacia oficial fue amainando el sostenido apoyo que logró producto de la renta petrolera. Hoy solo quedan restos de aquella increíble adhesión popular que los hizo dibujar el futuro del país con el lápiz carmesí del socialismo. Sus múltiples errores y las muestras palmarias de corruptelas hicieron añicos sus sueños de perennidad. Solo una gran telaraña de trampas y sometimiento brutal de la libertad de pensamiento los sostiene…


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