ALEXANDER CAMBERO / EL NACIONAL
Entre las historias de golpes de Estado y magnicidios con la imperturbable presencia del imperio norteamericano discurre nuestra vida republicana. Sin lugar a dudas es un magnífico recurso de manipulación colectiva. Un gigante que con la fortaleza de su incólume poderío arremete contra el débil. Logra que la víctima consiga adhesión en sus huestes. Mientras se enfrenta al enemigo imaginario los problemas originados por esa administración pasan al segundo plano. Son los tiempos de la heroicidad en la defensa del suelo nativo y no para discutir de las dificultades domésticas. Esta es la verdad que subyace en el mecanismo estratégico. Durante décadas los desarrolló Cuba con gran éxito. Como contribución al satélite venezolano que dirigen desde la isla, lo han implementado cuando existen riesgos de tiempos turbulentos. Es la enseñanza que obtuvieron viviendo en el ojo del huracán de la Guerra Fría. Los alumnos sobresalientes de los soviéticos le agregaron la proverbial picardía caribeña.
Cuando el régimen siente que se le complican las cosas aparece un nuevo capítulo en esta serie de eventos tremendistas que luego de capear el temporal termina en el olvido absoluto. ¿Quién recordará el primer cuento de toda esta fábula de relatos sombríos en donde ellos son los inocentes corderos a los que un zafio enemigo quiere cortarles la cabeza? Sus adeptos sorprendidos por el supuesto plan que buscaba aniquilar al gobierno inspirado en la transformación del planeta. La profusión de sus medios repitiendo el cuento hasta el hartazgo. Días después una cadena nacional para indicar que la revolución nuevamente venció las pretensiones imperiales. Un frenético discurso que es llevado aguas abajo en la idea de acompañar al régimen en estas horas en que un portentoso enemigo buscaba vulnerar el suelo sagrado de la patria. Con el tiempo han desarrollado una nueva estrategia. Ahora las intentonas golpes de Estado y los planes de magnicidios son portátiles. Cuando alguien se convierte en un líder capaz de ser un peligro para la perpetuidad de la revolución surge uno de estos recursos. Existen muchísimos ejemplos. La persecución en contra de los presos políticos juzgados por tribunales parcializados es prueba de ello. Leopoldo López simboliza el centro de las injusticias. Que ahora comparte con el alcalde mayor de Caracas, Antonio Ledezma, seguramente estarán escogiendo cuál de los dos categorías le endosarán: golpista o magnicida, o quizás las dos para redondear la faena. Pasa igual con lo ocurrido con María Corina Machado; en el Parlamento nacional se había transformado en una contraparte sumamente incomoda, como sabían que era imposible comprarla o reducir su ímpetu democrático fabricaron una mentira para robarse su curul y poner allí a un sujeto miserable que se prestara al juego macabro del gobierno. La administración que preside Nicolás Maduro anda con sus golpes de Estado y magnicidios portátiles en su equipaje. Cuentan con esos poderes secuestrados e inmorales para lograr sus malévolos propósitos.
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