MIGUEL BAHACHILLE M. | EL UNIVERSAL
Los ilusos que conjeturaron que Maduro desde el poder, como presidente obrero como él mismo se autodenomina, pudiere darle un giro al curso de esta revoltosa bravuconada iniciada por su tutor, tendrán que inscribirse en "otra escuela". Ahora, ante esta entelequia maléfica venida a pique, la gresca oficialista la emprende no sólo contra la "oligarquía empresarial" sino contra el mismísimo pueblo chavista obligado a corretear calles buscando bienes básicos. Aunque el drama lo padecemos todos, el régimen persiste en conceptuar ese peregrinaje como parte de un guión artificial al servicio de intereses rigorosamente personales, dispersos e irracionales.
Lo único irracional es que mientras escasean productos de uso diario, el gobierno persista en implementar técnicas de control vigiladas nada menos que por las Fuerzas Armadas. Todo parroquiano, de forma compulsiva, será inscrito en una sui géneris lotería y esperar "su turno de compra" en concordancia a los dos últimos dígitos de su cédula de identidad. ¡Cédula, por favor! es la expresión "ya popular" de algún custodio para consentir la adquisición por ejemplo de dos latas de leche. El tradicional dispositivo de identificación usado para rutinas administrativas desde noviembre de 1942 cuando se otorgó la Cédula de Identidad N 1 al presidente Isaías Medina Angarita, sirve ahora como apresto para interponerse en el consumo diario.
El examen de cédulas de identidad, control electrónico u cualquier otro "operativo revolucionario", lejos de mitigar el hambre, la exacerba. Ahora la pobreza se expresa entre la súplica en los abastos e intimidación en las calles. Al respecto veamos algunas cifras de la encuesta Condiciones de Vida de Venezuela realizada conjuntamente por la UCV, USB y la UCAB, para el año 2014.
Ocho de cada 10 venezolanos no puede comer completo. Su dieta rica en calorías y deficiente en proteínas lo hace obeso y por ende proclive a enfermarse. El 11,3% hace dos o menos comidas diarias. Como si fuere poco, Venezuela destina apenas el 5% del PIB para atender la salud. El 50% no tiene seguro médico y sólo 22% disfruta del Seguro Social. Sólo el 10% tiene póliza privada.
El 65% que busca empleo ha abandonado la escuela antes de cumplir 15 años de edad. Tres millones de personas no están escolarizadas. El 56% abandona el plantel entre 15 y 19 años. Huelga cualquier comentario al respecto. El drama de estas cifras lo dice todo.
¿Qué tiene que ver el contenido de los párrafos anteriores con la cédula de identidad? ¡Todo! "La cosmología revolucionaria", por llamarla de alguna manera, cimentada en controles ha provocado un cuadro de miseria inédito en el siglo XX y lo que va del XXI. Los números no mienten. Aspectos básicos como la economía, educación y seguridad, por sólo citar tres, se degradan mientras la corrupción se incrementa. ¿Por qué la brutal caída de las reservas internacionales y de los fondos paralelos? ¿Dónde está ese dinero?
Pero la aberración filosófica ¡cédula, por favor! también aflige a otros ámbitos vitales. Anuncia el Ministro de salud, Henry Ventura, la culminación de un sistema electrónico para adquirir medicamentos de pacientes con dolencias cardiovasculares, endocrino metabólicas y neurológicas, entre otras. A los efectos, el enfermo deberá inscribirse en la botica de su gracia y esperar el anuncio de disponibilidad de la pócima solicitada lo cual se notificará por mensaje de texto, si es que tiene celular. En otras palabras, la tendrá no en atención a su dolencia cuando le urja sino "cuando llegue". ¡Vaya implementación!
Este tétrico cuadro que revuelve la conciencia colectiva no puede ocultarse culpando a "los otros": la oligarquía, Fedecámaras, bachaqueros, oposición, expresidentes, el imperio, Obama, Rajoy, españoles, Congreso Europeo, López, Ledezma, o lo que "le brote" a los tutores del poder en algún soplo de euforia irracional. Todo el país sabe quiénes son los culpables y de qué lado están.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29
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