Félix Seijas
Se aproxima la elección de diputados a la Asamblea Nacional. A diferencia de procesos anteriores, en esta oportunidad abundan cifras y análisis que colocan al oficialismo ante un escenario electoral adverso.
No hay duda de que la oposición goza de una clara ventaja en intención de voto. Sin embargo, también es cierto que el triunfo no se vislumbra como algo sencillo: existen diferentes factores que representan amenazas para la consolidación de una victoria electoral.
Lo primero es que no se trata de una elección nacional sino por circuitos y el sistema electoral actual no garantiza que una mayoría en la votación general se traduzca en mayoría parlamentaria. Adicionalmente, nos encontramos con un sistema que dista mucho de lo proporcional en el cual se favorecen circuitos con menor población en los que el oficialismo tiende a tener mayor apoyo. Esto obliga a la oposición a conquistar terrenos en los cuales la población es altamente dependiente del sector público y donde hacer campaña resulta costoso. Sin embargo, la merma en la confianza de la gente hacia la actual administración de gobierno se encuentra extendida por todo el territorio nacional, por lo que un trabajo coherente por parte de la dirección opositora y de sus candidatos encontrará terreno fértil en el que ganar circuitos perdidos en 2010 es factible.
Por otra parte tenemos el fantasma de la abstención, el cual, si bien constituye un peligro para ambas fracciones, continúa siendo una amenaza mayor para la oposición. Una parte importante de los venezolanos está disgustada con el gobierno, pero también está desanimada y con pocas expectativas de que a través de la Asamblea Nacional se pueda generar el cambio al que aspiran. Entonces se hacen la pregunta: ¿para qué votar? La oposición debe ofrecer una respuesta contundente a tal interrogante que logre permear en el imaginario de la población, conectando las imágenes “Asamblea Nacional” y “cambio”.
La idea de que con la actual directiva del CNE no habrá elecciones justas es otra creencia extendida entre el electorado. Ella potencia el desánimo del elector opositor y en consecuencia, la abstención. Los líderes de la unidad deben trabajar en convencer al venezolano de que pueden defender el voto, y fortalecer la percepción de que cualquier ventajismo funciona en escenarios ajustados, y no cuando existe una mayoría sólida que acude a votar. El voto opositor es mayoría en intención y este hecho debe ser difundido; pero también hay que comunicar que tal intención debe convertirse en mayoría efectiva el día de la elección.
El oficialismo por su parte tiene la obligación, por un lado, de despertar y cohesionar el voto que aún conserva y tratar de recuperar algo del terreno perdido, y por otro lado, de potenciar la desesperanza en las filas opositoras. Para ello, en los próximos meses debe generar la sensación de que los problemas cotidianos del venezolano, en especial la escasez, el desabastecimiento y la pérdida del poder adquisitivo, están siendo solventados, mientras va creando situaciones que desmotiven el voto opositor. Para ello existe margen de maniobra, y sin lugar a dudas veremos acciones orientadas a tal fin.
La oposición tiene por delante un delicado trabajo el cual pasa por la indispensable tarea de mostrarse como una alternativa válida al actual gobierno y consolidar así el apoyo de aquellos que aún no los ven como tal. De eso hablaremos en un próximo artículo.
@felixseijasr
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