ORLANDO VIERA-BLANCO | EL UNIVERSAL
Regreso a Venezuela. Sumaban varios años desde que me vi obligado a apartarme del país, para atender lo que a muchos venezolanos, les ha tocado encarar: la seguridad de nuestros hijos. Quiero ahora compartir con mis lectores, mis primeras impresiones de nuestro reencuentro con el país de nuestros tiempos, donde la búsqueda por la arepa, sacó de la agenda el ideal democrático. Grave.
Por lo pronto no deseo hacer un desiderátum de lugares comunes, sobre calamidades preconcebidas. La descomposición de Caracas, la inseguridad, la pérdida de la cotidianidad en términos de escasez, recreación o dinámica laboral, y en fin, la devaluación, la inflación y las colas para conseguir artículos de primera necesidad (de segunda y de tercera), comprenden una serie de carencias en la población, que sólo se palpan in situ. Si bien recibir el primer "qué mas, chamo", contemplar el Ávila o manejar "libremente" por el hombrillo, nos producen una suerte de agraciada galimatías (la de siempre), trato que esa algarabía no sea de tísico... Porque lo que sí es el tema a sentir y observar, es que en todos los estratos sociales, existe un fuerte aletargamiento. No hablo de desesperanza, porque una de nuestras características grupales, es la capacidad de enfrentar con determinación, cada uno de nuestros desafíos, manteniendo la fe y el ímpetu para superar los obstáculos. Hablo de una suerte de fatiga en ese proceso difícil y desgastante, de levantarse cada día, para ir a trabajar (quienes aún conservan empleo o empresa), con el peso en los hombros y en la cabeza, de encontrar productos básicos. Esta dinámica demoledora de "organizarse" para conseguir una lata de leche, un kilo de azúcar, jabón para bañarse o para lavar la ropa; repuestos para los vehículos, o más delicado, insulina, medicinas o material quirúrgico para subsistir, lo que produce es toda una desviación de esfuerzos y energías, que restan importancia a lo político. Entonces lo que uno enrostra es una agenda existencialista que supera nuestros enfoques cotidianos, que no es más que mirar el número de la cédula para dedicarse, cuál día de parada, ubicando y comprando, el preciado provecho. Así lo "vivencial" sustituye lo político, por lo que nuestra condición ciudadana a la par de la acción política, quedó desplazada. La gente no defiende las parlamentarias...
En tiempos de Chávez, si de algo hicimos costumbre, fue a hablar de él, cada hora de cada día. Chávez, entre otros récords (cadenas, horas de vuelo, ingresos públicos, discursos, viajes, confiscaciones, elecciones), intitula la incuestionable data, de haber permanecido en el poder por tres lustros, fijando la agenda del país. Y en medio de un Estado presidencialista y caudillista de vocación populista, el culto a la personalidad del comandante, no sólo fue un logro propagandístico de su gobierno, sino el resultado de una personalidad carismática, asistida de inéditos recursos económicos, que hasta le valieron un mausoleo. En la Venezuela que hoy me encuentro, el interés en lo político y por el taita, también fenecieron. Salvo circunstancias muy puntuales, desde la oposición hasta oficialismo, pasando por el abstencionista, la gente está pendiente de un drama mucho más mundano, como lo es sobrevivir. Esto explica toda una sensación de inmovilización y apaciguamiento, donde la diatriba política, no forma parte de nuestras preocupaciones esenciales. En este sentido Maduro lo que sí se ha ganado, es convertirse en el gran responsable para tirios y troyanos (90%) del drama-país. Ese 90% rechaza su gestión y espera un cambio, que podríamos calificar de radical, en cuanto al modelo de poder y económico que sigue instalado en Venezuela. El venezolano ansiosamente hoy quiere paz, estabilidad y reencuentro. Pero va al garete en ese anhelo, por lo que seguimos afirmando, que la tercera vía está ahí, más vigente que nunca...
Si bien eso que han denominado el bachaqueo, impone una suerte de contención súbita ciudadana (con sus días contados), no es menos cierto que la otrora percepción de amalgamiento y coherencia política de Chávez, también se desvaneció. Los sistemas de lealtades que giraban en torno al caudillo de Sabaneta, no subyacen con la misma solidez, en su sucesor. Y Cabello lo sabe, por lo que la "foto" con Shannon, confirma que EEUU está en ese "frame of mind". La oposición por su parte se observa desmantelada, quedando lánguidamente viva una MUD de patas cortas, por lo que pueblo y sociedad civil buscan con urgencia, gente nueva.
Me preocupa enormemente la huelga de hambre de Leopoldo López. En un país donde el objetivo es encontrar comida o sobrevivir, todo sacrificio humano por una causa democrática y libertaria, corre el riesgo de ser lamentablemente ignorada. López debe levantar esa huelga... Me encuentro con un país adormecido. Pero como decía Napoleón "Allí duerme un gigante. Dejémoslo que duerma, porque cuando despierte, se moverá el mundo entero". Un gigante que es el pueblo, a quien solo le falta un nuevo guía. Regreso a Venezuela. Es duro, ¡pero estoy a gusto, estoy en casa!
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