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lunes, 15 de junio de 2015

Un gringo en Venezuela. Por Ofelia Avella


OFELIA AVELLA | EL UNIVERSAL

Ante la expectativa de la llegada de un tío con su novia norteamericana (gringa), uno de mis hijos me sugirió que escribiera las aventuras de "un gringo en Venezuela". "Puedes escribir un gringo en Venezuela parte 1, 2 y 3. Antes de la llegada, durante la estadía y sus impresiones al regreso".

La verdad es que no hice caso de la sugerencia, pero sin quererlo mucho me encontré dándole vueltas a la idea. Me pareció interesante y si a mis hijos les resultaba exótico, pues quizás tuvieran razón. Quizás sea interesante seguir el proceso.

La idea se afincó con los sucesos de los preparativos. La lista de pedidos de todo el grupo familiar ha mantenido desconcertada a la muchacha desde hace dos meses: repuestos para carros (el kit de la correa de los tiempos), medicinas, routers, levadura (para alguna que cocina), loncheras y termos (comprados en Amazon, para aquellos familiares que lograron pasar la tarjeta en enero, porque a dólar de Bs. 12 no se encuentra eso aquí en ninguna parte, al igual que un paquete de 12 cuadernos por el precio de uno en nuestras librerías), nutella, un teléfono, unos bolígrafos especiales para alguno que lo requiere para una obra de arte, un pendrive de esos que se consiguen en paquetes de a tres por el precio de uno, lentes de contacto, un libro comprado también por Amazon, una pasta especial para matar cucarachas que es mágica y aquí no se consigue, café colombiano (y no nuestro, insólito), entre otras tantas cosas que es factible que desee o necesite cualquier ser humano sobre la tierra.

Como el vuelo no es directo, la pareja tuvo que hacer escala en Miami. Allí los esperaba otro familiar que aprovechó de desarmarle al muchacho una maleta para lograr que cupiera una ropa de su hija (unas chivas) que deseaba mandar a una sobrina. "Todo lo que ves va a servirte para tu trabajo, dijo este familiar a la norteamericana. Todo va a potenciar tu creatividad (es escritora creativa)".

Es evidente que los preparativos ya han resultado en una experiencia que la muchacha no ha logrado asimilar, pues viene de una sociedad donde las palabras "escasez" y "desabastecimiento" no sé si se usan. Sabe bien que viene a un viaje de aventura, a un mundo desconocido y muy diferente al de Tennessee. La cantidad de familiares que además han aparecido con sus peticiones, los otros que conoció en la escala de Miami y los que conocerá en persona cuando llegue, ha supuesto todo un contraste con el estilo familiar americano.

Algunos no entienden por qué este muchacho está tan emocionado de llegar al país. Viene porque "necesitaba" venir, como ha dicho en varias oportunidades. Trae su harina pan para que le hagamos arepa y no gastemos la nuestra. No puede ocultar la alegría de poder abrazar a los suyos que hace tiempo no ve. Viene a dos matrimonios de amigos íntimos, a Canaima, a Los Roques, a las playas de Vargas y a ver el Ávila. Necesita volver a saborear su país, en el que ha manifestado desear estar si las circunstancias fueran otras en el área en la que se desenvuelve. Necesita comer pabellón, cachapas, queso blanco, chupe, cachitos, golfeados y tomar no sólo jugos naturales, sino el ron Santa Teresa. Se ve que necesita caminar por sus calles y volver a orientarse con antiguas referencias. Me interesará saber qué extraña y con qué impresiones se irá. Lo cierto es que, por ahora, es uno de esos venezolanos que se mueven entre dos aguas y se nos van quedando por otros lares. La verdad es que ha conmovido todo el esfuerzo que ha hecho para traer todo lo que se le ha pedido. Le duele la situación y su familia.

Vamos a ver, pues, qué puedo decir en la segunda parte, que empezará cuando se despierten y empiecen a moverse en Caracas, cuando la muchacha vea nuestras caras de asombro ante la presencia del repuesto del carro o del router tan esperado. Dios quiera que la emoción con la que este muchacho viene a su tierra no conozca el encuentro con el hampa ni alguna situación desagradable. La alegría que tiene, insólita para algunos, es digna de una larga conversación. Seguro que en la segunda parte hablaré sobre los contrastes y la realidad de que a veces se deja algo por lo que en el momento se impone como un bien necesario, y no propiamente superior.

ofeliavella@gmail.com
@ofeliavella


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