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martes, 15 de septiembre de 2015

El hijo de la oligarquía. Por Roberto Giusti


ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL

Se fue de Primero Justicia y pasó por un Nuevo Tiempo hasta comprender que esas organizaciones ya tenían sus liderazgos definidos. Cierto, allí las puertas estaban abiertas y era aceptado de buen grado porque ya para entonces resultaba un notable valor agregado, pero siempre y cuando se quedara en la segunda línea. Diseñó entonces las denominadas Redes Populares, que le sirvieron para echar las bases de su propio partido, Voluntad Popular. De allí en adelante, con ímpetu de poseso, inició un peregrinaje por todo el país y un programa de centroizquierda que privilegiaba lo social, se identificaba con los más pobres, ofrecía planes concretos para erradicar el crimen y la inseguridad y una imagen que algunos llamaron, facilonamente, "kennediana". Pegaba duro en las masas el "hijo de la oligarquía" y lo hacía con la naturalidad de alguien que se siente cómodo, escuchando reclamos y repartiendo sonrisas, rodeado por una pequeña multitud, en medio de Los Haticos, Maracaibo, en un tórrido mediodía, bajo un sol maligno y el asfalto a punto de derretirse.

Leopoldo entró en la ligas mayores con tanta velocidad y ruido popular que ya sonaba como candidato a Alcalde Metropolitano de Caracas, lo cual terminaría en su inhabilitación. Eso, como era de esperarse no lo arredró ni lo sacó de juego. Todo lo contrario, lo llevó a radicalizar su discurso y a intensificar su accionar político como si nada hubiera pasado. En esa tónica participó en las primarias de la oposición y cuando comprendió que sus aspiraciones atentaban contra la unidad y generaban confusión, pese a las diferencias que existían entre ambos, tuvo el gesto gallardo de apoyar Henrique Capriles con su habitual tesón.

Pero, ¿cuándo comprendió Leopoldo que la política en Venezuela no era un juego precisamente limpio? ¿Cuándo se percató de que La Bombilla de Petare no es New Hampshire? ¿Cuándo supo que al adversario se le considera un enemigo al cual se debe neutralizar y más si habla de transición, de transformación o de cualquier tema que implique cambios en la composición del poder por la vía democrática? ¿Cuándo descubrió que la convocatoria a la movilización popular es un delito? ¿Cuándo comprendió que se acepta a la oposición siempre y cuando se limite a cumplir un papel decorativo? ¿Cuándo se enteró, finalmente, de que la lucha política puede acarrear, como en su caso, el sacrificio de la libertad?

Pues bien, no sabemos exactamente cuándo, pero sí que lo sabía perfectamente el día en que decidió entregarse, en un gesto que lo enaltece y lo convierte en un hombre excepcional, rabiosamente apegado a sus principios, intactas su voluntad y su ambición, factores que mueven la actividad política aun cuando pesen sobre él 14 años de cautiverio y se pretenda limitar su horizonte al muro de un calabozo.

@rgiustia


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