Por Carlos Dorado / Runrunes
“Carlos, trata de ser humilde en la victoria, y grande en la derrota”. Sabias palabras de mi madre, que me vienen a la mente, después de la contundente victoria lograda por la oposición, en las recientes elecciones para Diputados a la Asamblea Nacional, del pasado domingo. Después de 17 años sin haber conseguido una victoria de esta naturaleza; es lógico, que la oposición se sienta eufórica; y por otro lado, es normal que el “Chavismo” y todos los oficialistas, se encuentren deprimidos, después de tanto tiempo sin haber conocido las hieles de la derrota.
Sin embargo, más allá de la alegría de unos y la depresión de otros, hay un País que necesita de los ganadores, pero también de los perdedores; y pensar que en la fiesta de la victoria sólo deben estar los vencedores, podría ser un grave error por parte de ellos, para lograr lo más importante: ¡Un futuro digno para Venezuela!
“Dos veces vence, el que en la victoria se vence a sí mismo, nunca pierde el que acepta la victoria con dignidad”, y hay que recibirlos con idéntica serenidad y con saludable punto de desdén. ¿Cuántas veces en nuestro continente hemos visto la euforia general hacia el ganador, y unos cuántos años más tarde, el desprecio de todos hacia ese mismo ganador?
El “peón” es el más importante instrumento de la victoria, y el pueblo está constituido por millones de “peones”, cuya ideología está condicionada por las ansias de un futuro mejor. Muchos de los que ayer fueron adecos o copeyanos, después fueron chavistas, y quizás ahora estén pensando en ser de la oposición. Si los ganadores, es decir; la oposición, está pensando en vengarse, y ese es su objetivo, significaría que ya se sienten de algún modo derrotados. Si los perdedores, es decir; el gobierno, está pensando en vengarse, y ese es su objetivo, significa que la derrota no les enseñó nada.
La derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva. En cambio la victoria, tiene algo negativo: jamás es definitiva. Quizás hoy, todos se sientan padres de esa victoria, mientras que la derrota es huérfana y se le esté atribuyendo a una, o a pocas personas. ¡La vida me ha dado motivos suficientes para saber que ninguna derrota era la última!
La mayoría de la gente, y por consiguiente los países; tendrían éxito si se centrasen en las pequeñas cosas, y no estuvieran tan preocupados por grandes ambiciones. Es tiempo de unión, trabajo constructivo y de expectativas racionales, sólo así podemos esperar una victoria; pero del país, o sea de todos; donde no haya vencidos, ni vencedores, sino la seguridad de un buen futuro, que es donde precisamente, vamos a vivir todos los venezolanos por el resto de nuestras vidas.
El futuro es como un cisne; mientras todo el mundo se centra en admirar lo visible del cisne en la superficie del agua, que es la parte bonita y glamurosa; debajo del agua las patas no deben parar de patalear. El único lugar donde se encuentra la palabra futuro, antes que la del trabajo, es en el diccionario. Ese futuro y ese trabajo, tienen y deben construirse con la ayuda de todos sin excepción, ya que los países se enfrentan al futuro con el pasado. ¡En la utopía de ayer, se incubó la realidad de hoy, así como en la utopía de hoy se incubará el mañana!
¿Quién ganó y quién perdió? No hay ganadores, ni perdedores; sólo hay un país que pide a gritos un futuro digno; y en ese sublime objetivo cabemos todos; siempre y cuando haya humildad para hacerlo, y mucho trabajo de buena voluntad para construirlo.
cdoradof@hotmail.com
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