FRANCISCO OLIVARES | EL UNIVERSAL
Ya nadie se asombra. La tragedia se adhiere a la cotidianidad del venezolano. Se percibe, se asimila, se comenta, se desbarra sobre la indiferencia gubernamental y la cara dura del alto funcionario. Se sigue sobreviviendo, se pasa la página.
“La Fiscalía investiga muerte de niño de 5 años por granada”, anuncia la nota periodística. La información es reflejada en el llamado “río de noticias” de los portales y tal como ocurre con las aguas turbulentas del cauce natural, a las pocas horas desaparecerá arrastrada por otra suma de tragedias donde fallecerán cientos de personas, niños o adultos, sea por falta del medicamento, porque murió a las puertas de la emergencia, tal vez en un atraco o como aquella mujer que murió apuñalada en una cola para comprar pañales.
Este vez le tocó a ese niño de 5 años que soñaba con ser beisbolista. Murió a las puertas de una guardería infantil por una granada. Sí, una granada, un artículo explosivo de uso militar que no escasea como las medicinas o los alimentos pero de muy fácil adquisición para las bandas armadas. El drama nos transporta a la otra Venezuela, la pre chavista, cuando ese tipo de noticias nos sonaban lejanas, por allá en Afganistán, en Irak o en Zimbabwe, en zonas de guerra. Pero la tragedia nos alcanzó y la hemos asimilado. Convive entre nosotros.
“La Fiscalía investiga la muerte de”, dicen las notas de sucesos pero ya nadie espera algo de ese o de algún otro organismo público. Posiblemente el autor de un homicidio sea atrapado pero otros cien casos quedarán impunes. El Gobierno perdió su capacidad de respuesta al drama de la inseguridad o a cualquier otro mal de la lista de tragedias que sufre la sociedad.
Mientras los venezolanos nadan en las aguas del desastre para aferrarse a algún objeto flotante, el señor Presidente se preocupa por los golpes de Estado, se angustia porque puede perder el poder, piensa que “el imperio” sacó del trono a Dilma Rousseff. El señor Presidente sostiene que él no es responsable de nada de lo que ocurre en el país. La escasez es culpa del presidente del Parlamento, el señor Ramos Allup, de quien dice es “el bachaquero” mayor, junto a Uribe, el imperio y su guerra económica. Y por eso él y su partido consideran que deben y se merecen seguir gobernando a Venezuela, y por ello deben hacer todo lo posible para evitar que los ciudadanos y opositores lleven adelante el referendo revocatorio. “En la guerra todo vale”, ese es su lema.
Hay quienes condenan la pasividad del venezolano. Son apenas unos miles los que se arriesgan a salir a manifestar. No son los millones que salieron en Brasil a cambiar al gobernante por corrupción.
El venezolano a diferencia busca sobrevivir, cómo alimentarse, busca medicinas para seguir con vida. Su prioridad es sobrepasar la tragedia para seguir vivo.
El señor Presidente lo sabe y utiliza la fuerza armada para mantenerse, para evitar la explosión. No permite manifestaciones masivas hacia el centro de la capital. Tampoco quiere elecciones y mucho menos revocatorio. Las instituciones públicas siguen sus órdenes porque también temen al mañana. Su seguridad, sus privilegios y su futuro dependen de seguir en el Gobierno.
La rabia de los ciudadanos se expresa atomizada a las puertas de los mercales, de las colas. Se cuentan 107 saqueos en el primer semestre. También en los linchamientos y el submundo que vive en la trasgresión de las leyes. La vida legal va desapareciendo.
Sin embargo, aún sobrevive la esperanza y es allí donde la dirigencia política ha apostado todas sus cartas. Por eso obtuvo una mayoría aplastante el 6D en las elecciones parlamentarias y ahora moviliza a millones de venezolanos por el revocatorio.
Las trabas y trasgresiones a la Ley es la norma de parte del oficialismo, pero la sociedad y la dirigencia seguirá ocupando espacios aun con las instituciones secuestradas por el chavismo. Acciones masivas como el revocatorio o los procesos electorales es lo único que separa al Gobierno de una explosión social.
Twitter: @folivares10
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