César Miguel Rondón / El Nacional
Voy a salir en defensa de Delcy Rodríguez. Sí, creo que le hace un gran beneficio a la revolución. Es, a mi parecer, la mejor canciller que han podido encontrar en toda la geografía patria. Ella abre la boca, habla, sonríe, mira para un lado y para el otro, y es la personificación misma de la revolución. Su sonrisa refleja el cinismo del régimen. Su verbo es la camorra que este régimen exhibe como su principal característica. Esa y la crueldad, por supuesto. De manera que hay que defenderla. Hay que felicitar a Maduro por haberla elegido. Otra persona más docta, más experimentada en los delicados vericuetos de la diplomacia y –hay que decirlo- más sensata y equilibrada, le pondría la vara muy alta a la causa de los venezolanos que luchan por libertad, justicia y democracia.
Dio pena ajena verla ayer en su torpe intervención en el Consejo General de la OEA. Desde el principio, cuando se empasteló de manera tragicómica con el tema de la agenda del día (al respecto, muy recomendable la sabrosa crónica de Elizabeth Fuentes en Konzapata.com), provocando sorna y sarcásticas sonrisas entre los diplomáticos, empezando por el propio presidente del consejo.
Después vendría la segunda derrota a su estrategia: 20 votos a favor contra 12 y dos abstenciones para que se mantuviera la agenda en la que el Secretario General presentaría su informe. La primera derrota, no la pasemos por alto, ocurrió con la realización de esa misma sesión en la que ella estaba presente. El gobierno venezolano lo hizo todo para que no se reuniera el Consejo, pero perdieron y Almagro expuso su informe ante todos los embajadores.
Menos ella y sus escoltas, Álvarez y Chaderton, quienes, en un arrebato malcriado, abandonaron la sala durante la intervención del Secretario General.
Luego vendría el momento crucial, cuando ella, para beneplácito de Maduro que, a la distancia, seguro la aplaudió de pie, brindó su magistral intervención en defensa de la revolución. “Adefesio”, fue su primer y más suave calificativo para el informe de Almagro. Pidió su renuncia y, de paso, le enrostró que jamás sería el empleado del mes de McDonald´s (¡!). Afirmó –en realidad, fue casi un grito con énfasis dramáticos- que Venezuela estaba bien, muy bien, que no había tal crisis humanitaria, que todo no era más que un pretexto para una invasión imperial. Con lo cual seguro incrementó la sorna y el desconcierto entre los presentes que ya la habían visto, en fotos recientes, muy sonriente y feliz estrechando las manos de Kerry y Shannon.
La curiosa y particular intervención de Delcy, pues, sólo sirvió para corroborar, por si hacia falta, que todo lo dicho por Almagro era verdad. Ella, en definitiva, era la digna y elocuente representante –por sus palabras, sus modos, sus argumentos, sus desplantes y arrogancia- de ese gobierno oprobioso y abusador que había descrito el Secretario General.
Muchas gracias, Delcy. Nos hiciste un gran favor. Y te aplaudo por eso.
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