Eduardo Semtei Alvarado / @eduardo_semtei
He seguido muy de cerca las aventuras y desventuras de Lilian Tintori. Es una obsesión. Reviso calendarios, distancias, rutas, países. He llegado a la conclusión de que con Lilian Tintori hay vainas misteriosas, inexplicables.
Hace algún tiempo la vi encaramada en una tarima abrazando a Macri en Buenos Aires. Acababa de ganar la presidencia (no ella, por favor, Macri). No sé cómo lo hizo, pero ahí estaba. La propia esposa de Leopoldo. Eran las 10:00 p. m., hora de Venezuela. Me pareció extraordinario. Luego de un sueño reparador, me levanté temprano, desayuné y encendí la radio. Sintonicé Onda. ¡Sorpresa! Eran las 7:00 a. m. y Lilian Tintori estaba siendo entrevistada por Alonso Moleiro. En vivo. Bueno, me dije a mí mismo: “Si salió de Buenos Aires para Caracas a las 11:00 p. m., tuvo suficiente tiempo como para llegar a Venezuela y estar presente en la entrevista”.
No big deal. Al mediodía, mientras almorzaba en La Casa Bistró, estaba la misma Lilian, en las pantallas de Venevisión, ya no en Caracas, sino en una marcha en Machiques, en el Zulia. Examiné los hechos, calmando mi ansiedad por la verdad, sumé, resté y multipliqué, concluyendo que si salió de Caracas en vuelo privado y la estaban esperando los zulianos, es matemáticamente explicable que tuviera suficiente tiempo como para encabezar la fulana marcha. Eso fue hace algunas semanas. Sin embargo, no dejaba de sorprenderme la sincronización de tiempos y distancias.
A cada momento subía mi curiosidad. Ese mismo día, en horas de la noche estaba Tintori embutida en un autobús repleto de gente en las puertas de Ramo Verde reclamando su derecho de ver a Leopoldo y pidiendo su libertad. Otra vez los cálculos justificaban las distancias y los tiempos.
En la mañana siguiente el Senado de Brasil recibía a Lilian en Brasilia: 10:00 a. m., hora de Venezuela. La vi con estos ojos que se los han de comer los gusanos. ¡A calcular se ha dicho! Sí. Es perfectamente posible tal periplo. A lo mejor un poco forzado, pero posible. En la noche veo a Tintori en un foro en Chacao. Estaba al lado de Ramón Muchacho, quien, por cierto, jamás ha nombrado a Henri Falcón, nunca ha escrito su nombre en su página La Ceiba; además, en algunas encuestas que Ramón ha contratado con Datanálisis, al preguntar sobre los posibles candidatos presidenciales, simplemente borra al larense, solo mide las preferencias hacia Henrique, Ramos Allup, Leopoldo y ocasionalmente María Corina. Bueno, pero ese no es el cuento principal y son veleidades privadas de Ramón, recuerden que él es PJ puro purito, no rojo rojito.
Allí en Chacao estaba Lilian como siempre: sonriente, bien vestida, bien arreglada. Sin el menor reflejo de cansancio. ¡Hum! Me dije: “Aquí hay algo raro”. Seguí averiguando, el alma de Sherlock Holmes se apoderó de mi voluntad. No recuerdo haberla visto nunca con cara de cansada. O despeinada. No suda. Nunca. La cosa se torna peliaguda. ¿Brujería, clonación?
En otra ocasión la vi sentada con Almagro en Washington a las 3:00 p. m., hora de Caracas. La acompañaba Carlos Vecchio, quien mereció ser diputado o por lo menos alcalde de su pueblo, Caripe del Guácharo, en el estado Monagas, y anda el hombre por esos mundos huyendo de la persecución policial del gobierno. Llamé a Carlos, cuya familia conozco desde hace años (los Vecchio tienen como 26 primos, todos en la misma calle de Caripe), para verificar que era la Tintori y lo confirmó. Me pregunté: “Si hacía cuatro horas que la había visto en televisión, en vivo, por Televen, en un acto en Altamira, ¿cómo era posible que estuviera en tan poco tiempo en una reunión en la capital del imperio?”. Claro. Cayó el telón.
Encontré la verdad que se escondía escurridiza dentro de semejante eficiencia. Lilian Tintori no existe. Son cuatro “clonas” que fabricaron los científicos de la CIA para que las mujeres del chavismo parezcan unas ineficientes. Como unas flojas. Vagas. Es una maniobra de Obama para desprestigiar simultáneamente a las damas que presiden el TSJ, el CNE, la Fiscalía y el Ministerio de Relaciones Exteriores, amén de otros ministerios y de Movilnet. Eso lo explicaba todo y de paso, ese eurakazo, me libró del dolor de cabeza que me estaba desequilibrando los sesos. Vino a mi memoria una escena del año pasado en la que Lilian estaba con el papa, en una audiencia pública, una típica tarde romana, tipo 9:00 a. m., hora de Venezuela, y a la 1:00 p. m., cuatro horas después, andaba la dama múltiple con Mitzy Capriles en un foro en la Universidad Metropolitana.
Ya en conocimiento de la verdad verdaíta también pude desentrañar lo ocurrido en diciembre pasado cuando Lilian (clona 1) corrió en la mañana el maratón de Nueva York y quedó entre las primeras 250; luego, en la tarde de ese mismo día, compitió en natación cruzando el Orinoco (clona 2) y durante ese día atendió su casa y tomo café con Juan Barreto (Juan se metió 8 arepas y un litro de chicha, no le gusta el café sin barandas) (clona 3) y, finalmente, llevó a los muchachos al colegio (clona 4).
Así cualquiera. Ahora me surge una preocupación, digo, por Leopoldo. Si la Tintori fuera una mujer difícil, una cuaima completa, ¿qué sería de la vida de ese pobre hombre con cuatro “esposas” igualitas? ¡Dios lo salve! Me digo, y me perdonan, ¿no será por eso, por ese hecho, esa razón, que el hombre prefirió estar preso? No me monto en tarimas, no me retrato en grupos, no le toco el rabo a perro que no conozco, y a propósito de todo ello y para curarme en salud os digo: Matrimonio y mortaja del cielo baja. Nota final: por su actividad incansable la Tintori sí es verdaderamente una “primera combatiente”; la otra lo que hace es estrenar carteras, zapatos y vestidos en todos los desfiles del mundo y no le lucen para nada (dice Roland Carreño).
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