Carolina Jaimes Branger / La Verdad
Los poderes fueron creados para balancearse, no para chocar. Y a quienes se saben perdidos no les importa sacrificar lo que sea. Ya lo estamos viviendo: quien pierde es Venezuela
Los legisladores que redactaron la Constitución de 1999 -entre quienes se encontraba Nicolás Maduro, por cierto- nunca imaginaron que en Venezuela iba a haber un choque de poderes como el que hoy vivimos. Como consecuencia, no previeron qué debería hacerse si un poder se enfrentaba con otro, como es el caso de la Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia.
Lo que sí me queda claro es que la Asamblea Nacional, como órgano representativo del pueblo, no puede ser anulada, destituida, apabullada ni cayapeada por la Sala Constitucional del TSJ. Siete magistrados nombrados por la antigua Asamblea Nacional, no pueden ni deben tener más poder que la Asamblea electa por el pueblo. Y si vamos a cifras, como le gusta a la canciller, 69,83 por ciento que obtuvo la MUD es mucho más que 32,93 por ciento del PSUV. Por cierto, a la señora Rodríguez se le olvida cada vez que habla de los votos que sacó Nicolás Maduro en 2014 para compararlos con los de Henry Ramos Allup (comparación por demás injusta porque es una votación nacional versus la de un circuito), que no solo fue Ramos: los legisladores de la MUD obtuvieron más votos que él. ¿Y entonces?...
Pero el tema es el choque de poderes. Estamos en una situación similar a lo que en teoría de juegos se llama el juego de la gallina: dos carros se dirigen uno en dirección al otro a toda velocidad y el que primero gire para evitar la colisión se considera un cobarde (gallina) y es humillado por ello. Es un juego sin ganadores y lo mejor sería no jugarlo. ¿Cuál es la solución? Ninguno de los escenarios es fácil. Si el TSJ, por ejemplo, decide eliminar a la AN por cualquier razón sacada de un sombrero de prestidigitador, habría que convocar a nuevas elecciones legislativas y no me queda duda de que el PSUV estaría perdido: la MUD le ganaría con mucho más margen y a pesar del CNE.
Otra solución sería enmendar la Constitución y que los magistrados fueran electos por voto popular. De esa manera podrían elegirse personas idóneas, que no respondieran a ninguna parcialidad política.
El hecho es que el juego está trancado, como escribió César Miguel Rondón en uno de sus editoriales. Los poderes fueron creados para balancearse, no para chocar. Y a quienes se saben perdidos no les importa sacrificar lo que sea. Ya lo estamos viviendo: quien pierde es Venezuela.
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