El origen del problema reside en la pérdida de poder adquisitivo de la familia de billetes en circulación (el “cono monetario”) debido al incremento de la inflación. El actual cono monetario fue introducido el primero de enero de 2008 con la Reconversión Monetaria, en la cual se quitaban tres ceros a la moneda. El presidente Chávez aseguraba en su momento que la reconversión monetaria permite “dar mayor eficiencia al sistema de pago, consolidar la confianza en la moneda nacional y produce efectos psicológicos positivos en las expectativas de las personas”. Además, Chávez enfatizaba que la medida servía “de punto de partida para un giro en la histórica lucha contra la inflación”, teniendo como objetivo disminuir la inflación a un dígito.
Sin embargo, la inflación no fue de un dígito. Desde que entró en circulación el nuevo cono monetario en enero de 2008 y hasta diciembre de 2015 (último dato oficial), la inflación acumulada ha sido 2.258%. Esto significa que lo que se compraba con 100 bolívares en enero de 2008, requería un gasto promedio de 2.000 bolívares en diciembre de 2015 o 10.000 bolívares en diciembre de 2016 (si suponemos que la inflación de este año es 400%). Por tanto, el número de billetes de 100 bolívares que requiere esa compra hipotética pasó de 1 billete en 2008 a 100 billetes en 2016. Otra manera de analizar este mismo dato pasa por ajustar la pérdida de poder adquisitivo: un billete de 100 bolívares equivale en poder de compra a 4 bolívares en el 2007. De alcanzarse este año una inflación de 400%, el billete de 100 bolívares a finales de año podría representar en términos de poder de compra menos de 1 bolívar a precios del 2007.
La inflación y la pérdida de poder adquisitivo afecta negativamente la calidad de vida de las personas y el funcionamiento de la economía, pero no debería afectar la posibilidad de tener suficiente papel moneda para las transacciones. A diferencia de otros bienes y servicios, el BCV puede resolver el problema de escasez de papel moneda cambiando la denominación de los billetes. Sin embargo, las autoridades monetarias han optado por atender el problema de mayor demanda de billetes incrementando el número de billetes en circulación, los cuales pasaron de 648 millones de piezas en 2008 a 11.244 millones de piezas para octubre de 2016, un aumento de más del 1.630%.
Al negarse a cambiar la denominación de los billetes, el BCV termina por gastar más dinero en imprimir billetes e incrementa los costos de llevar a cabo transacciones al punto que algunos comercios prefieran pesar el dinero a contarlo. Se requieren tanto billetes para llevar a cabo una transacción en efectivo, que la transacción puede no hacerse, con lo cual, paradójicamente, los billetes dejan de cumplir el fin mismo para el que son creados, el cual es facilitar las transacciones. Si bien la gran mayoría de las transacciones se llevan a cabo vía pagos y transferencias electrónicas —los billetes y monedas representan actualmente aproximadamente 8% de M2 (depósitos a la vista + billetes y monedas)— en una economía donde la bancarización no es tan elevada (69,9% de la población estaba bancarizada para 2013, de acuerdo con Sudeban) y donde la escasez de divisas dificulta la disponibilidad de puntos de venta, las restricciones de efectivo terminan por afectar más las pequeñas transacciones y a las personas con menores ingresos.
¿Cuánto tendría que haber aumentado la denominación de los billetes?
El rezago en la emisión de billetes de mayor denominación ha restado utilidad al uso de billetes en muchas transacciones dado que el cono monetario ha dejado de guardar correspondencia con el tamaño, precios y tipo de transacciones en la economía. Algunos ejemplos permiten ilustrar este punto.
1. Para que un billete tuviera hoy en día el mismo poder de compra que el que tenía el billete de 100 bolívares cuando salió en enero del 2008, éste debería ser de más de 2.000 bolívares (a precios de diciembre del 2015) o 10.000 bolívares a finales de 2016 (suponiendo una inflación de 400% para finales de año).
2. En 2008, con un billete de 100 bolívares se podían adquirir poco más de 45 dólares. Para adquirir la misma cantidad de divisas a la tasa Dicom (Bs/$ 660,34 para el 18/11/16) haría falta un billete de 30.000 bolívares.
3. A principios de 2008, hacían falta 6 billetes de 100 bolívares para pagar el salario mínimo mensual (sin incluir bono de alimentación). Actualmente, con el último aumento anunciado por el Presidente Maduro, se necesitan 271 billetes de 100 bolívares para pagar el salario mínimo mensual (sin incluir bono de alimentación).
4. El billete venezolano de mayor denominación es el de menor valor equivalente en dólares de la región, representando 0,15 dólares al tipo de cambio Dicom. En contraste, el billete de mayor denominación de Argentina equivale a 32 dólares, el de Brasil a casi 30 dólares y el de Colombia a 32 dólares. Así, que si el billete de máxima denominación en Venezuela fuera equivalente en divisas a 30 dólares (un nivel similar al de varios países de la región), se necesitaría un billete de 20.000 bolívares a la tasa Dicom.
5. Si comparamos los precios del nuevo iPhone 7 (con base en un precio de 649 dólares) en diferentes países de Latinoamérica y vemos cuántos billetes de mayor denominación se necesitan para comprarlo, se observa que en Chile harían falta 38 billetes, en Colombia 27 billetes y en Perú 16 billetes. En Venezuela, al tipo de cambio Dicom, harían falta más de 4.200 billetes de 100 bolívares.
¿Qué efecto tendría emitir billetes de mayor denominación en la inflación?
En principio, no tiene porqué haber efectos significativos sobre los niveles de inflación. Aumentar la denominación de los billetes permitiría reducir la cantidad de billetes en circulación en la economía al incrementarse la denominación de los billetes, con lo cual el valor del dinero en circulación en forma de billetes puede mantenerse en los niveles que requiera la economía en tanto la la liquidez monetaria agregada se mantiene en los niveles que establezca el BCV. Al haber menos restricciones al acceso de efectivo, algunas transacciones que no se están realizando podrían incrementarse afectando algunos sectores particulares que depende en mayor medida de esta modalidad de intercambio.
La inflación está vinculada con los niveles agregados de liquidez monetaria y no tanto con los niveles de efectivo, el cual representa una fracción relativamente pequeña del total (aproximadamente 8%). Este año, la liquidez monetaria ha aumentado en más de 90%. Este incremento ha estado alimentado, entre otras cosas, por el financiamiento del BCV a PDVSA, que creció más de 120% entre julio y octubre. Además, la decisión del Ejecutivo de reducir el encaje legal de la banca libera más dinero, aumentando así la liquidez. Todo esto, unido al pago de aguinaldos y otras bonificaciones tradicionales de finales de año, hace que las personas tengan mayor demanda de dinero pero pocos productos que comprar dada la difícil situación por la que atraviesa la economía venezolana, poniendo presión adicional sobre los precios y la demanda de efectivo.
Según información de prensa, en diciembre de 2016, el BCV ha considerado introducir billetes de mayor denominación, con lo cual se podrían aliviar algunos de los problemas descritos previamente. Sin embargo, en momentos de alta inflación este es una medida coyuntural pues ya sabemos que el problema de la pérdida de poder adquisitivo y la inflación no se resuelve restringiendo la denominación de los billetes, ocultando las cifras de inflación o quitándole ceros a la moneda. La economía venezolana se ha vuelto más pequeña y tiene graves problemas de funcionamiento. En estas condiciones, el país no está en capacidad de generar prosperidad y mejoras en las condiciones de vida en la población. La solución, al igual que con la escasez de billetes, implica reconocer la naturaleza del problema y abandonar políticas que no han funcionado para resolverlo sino que lo han empeorado.
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Gustavo Noguera es economista de ODH; Richard Obuchi es Profesor del Centro de Políticas Públicas del IESA y Director de ODH.
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