Por Luis Vicente León | El Universal
Hace años, trabajando con un colega del Boston Consulting Group, me contó una experiencia que habían tenido en Colombia, estudiando el sector de calzado. A lo largo de las entrevistas que realizaron a expertos de toda la cadena, buscando entender los bloqueadores que impedían su crecimiento, los involucrados tenían siempre un culpable externo que explicaba su incapacidad de desarrollo. Los productores finales decían que era imposible desarrollarse con los precios y calidad del cuero colombiano procesado, muy lejano al internacional. Por su parte, las tenerías sentían que el problema tenía que ver con las condiciones en las que recibían el cuero crudo, que terminaba siendo malo y caro. Los proveedores de cuero decían que no era posible tener un material de primera calidad tomando en cuenta que las fincas entregaban las vacas maltratadas. Finalmente, los finqueros respondían que las vacas, por sí mismas, se ubicaban a pleno sol y se pegaban contra los alambres de púas, paredes y árboles, deteriorando su piel. El resultado final era obvio: “la industria de zapatos de Colombia no era competitiva… por culpa de las vacas”.
Esta fue la historia que recordé hace pocos días cuando oí una explicación muy estructurada, en la que la entrevistada concluía que los problemas de la oposición en su conjunto eran responsabilidad exclusiva de la MUD y su secretario general, ambos ineficientes y hasta sospechosos. Según este análisis, la incapacidad para lograr los cambios es culpa de Chúo Torrealba, por lo que hay que cambiarlo cuanto antes para rescatar la senda de éxitos que traíamos el año pasado y que casi termina en la salida de Maduro. Si no se consigue a nadie que quiera asumir ese rol (¿por qué será?), lo dejamos a él, pero rotamos la vocería entre todos los partidos, grandes, medianos y chiquitos, que conforman la MUD y Sanseacabó el problema.
Interesante. En este análisis, no se considera, por ejemplo, que la MUD es un constructo creado como punto de encuentro entre partidos estructuralmente distintos, con visiones radicalmente diferentes sobre la forma en la que se debe enfrentar al gobierno y a quien no se dotó de reglas de juego consensuadas para dirimir las diferencias naturales entre grupos heterogéneos y donde por cierto se pretende que las grandes organizaciones políticas tengan el mismo peso que los partidos de maletín. No se considera tampoco el hecho de que el Secretario General no un decisor y que su función más complicada es articular a un grupo de actores, con intereses encontrados, que tienen el doble objetivo de: 1) sacar a Maduro del poder y 2) sustituirlo por él mismo, algo que puede complicar dramáticamente la relación entre ellos. Tampoco se incorpora en el análisis el hecho de que la oposición, siendo mayoría, enfrenta a una fuerza política minoritaria, pero que controla las instituciones, la plata, los medios, las armas y la relación militar. Se les olvida que esa institucionalidad controlada bloquea la acción opositora y que para enfrentarla es necesario una oposición alineada, estructurada y liderada, cada una de esas condiciones más escasa que el azúcar, la leche o el papel tualé. Y esto no tiene que ver con Chúo, sino con la forma inadecuada de organización para enfrentar a un gobierno que concentra totalmente el poder. No se trata de personas, sino de alianzas de poder que hay que conformar para tomar decisiones, les guste o no a todos los llamados a cumplirlas. Cambias personas y no la forma de articulación: no cambias nada. A Chúo, como a Aveledo, hay que darles gracias por el sacrificio asumido y excusas por los ataques de los destemplados, extensivas a cualquiera que lo sustituya, pues sin cambios de fondo, tendrá el mismo resultado.
Luisvleon@gmail.com
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