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miércoles, 5 de julio de 2017

Chaplín y Chávez. Por Eduardo Semtei


Por Eduardo Semtei / Runrunes

Chávez fue ciertamente un político histriónico. Manejaba con acierto las tonalidades de voz y los movimientos corporales propios de la gente de teatro, televisión, cine y afines y hasta el asunto de metalenguaje, Sabía acuñar frases y palabras que a la manera de Joselo, en sus buenos años, se quedaban como pegadas en el imaginario público, en el discurso nacional. La repetía Raimundo y todo el mundo. Eran vox populi.

Los buenos actores y los políticos tienden a parecerse. (Un día de estos analizaré uno de los más densos artículos sobre esa materia escrito por Arthur Miller creo que por el año 2001). Chávez al contrario de Maduro y sus numerosos imitadores militaroides no temía para nada a los escenarios. Miedo escénico; jamás.

No por ello fue inmune a la preparación por parte de tramoyistas y decoradores de falsos estudios desde donde muchas veces se trasmitieron los “Aló Presidente”. Fue engañado en muchas ocasiones por los ladrones de oficio, los lisonjeros del peculado. Paredes de ilusión. Fachadas virtuales. Casas sin terminar. Vacas prestadas. Gente concentrada a fuerza de dinero y presión laboral. Tractores sin motor. Bicicletas importadas presentadas como recién fabricadas, en fin, un mini Hollywood rodante. Puro y simple escenario. ¡Y eso fue durante años!

Chávez como buen actor nunca improvisaba, tenía ciertamente el arrojo de construir un discurso largo y variopinto, pero lo cierto del caso era que estudiaba concienzudamente el libreto y las anotaciones de sus asesores. Citas de autores famosos. Fechas. Lugares. Nombres. Se los aprendía como el mejor actor de teatro. Parecía el mismo Funes de Borges. En eso era bastante bueno.

Como gran actor le dio vida a su personaje al que nunca renunció. Lo interpretaba a cabalidad. Una persona de origen campesino. Orgulloso de ser zambo. Un militar triunfador. Un recio veguero. Un llanero a caballo. Un pelotero frustrado. Un desprendido de los bienes materiales. Un patriota hijo de Bolívar y Zamora. Chávez se inventó el mismo y luego interpretó ese papel magistralmente. Todo fue de oropel. Un personaje de ficción.

Como evidencia a nuestras conclusiones podemos alegar que si escogiéramos algunas frases de Joselo como: “Pa´mi tú estás loco” “Lindo chico…pero” “Canuto está mal” ¿Eres molusco o eres marisco? “Por eso es que los matan” y su hiperfamoso ¡Eú! Y por otro lado examináramos aquellas que se hicieron más populares en los discursos del fallecido presidente, tales como: “Apátridas” “Escuálidos” “Rodilla en tierra” “Huele a azufre” “Ser rico es malo” “Ven por mí que tengo flor” y su hiperfamosa ¡Uh Ah Chávez no se va! Comprobaríamos que pueden intercambiarse con gran facilidad.

Permuta perfecta. Si estuviera hablando de Henri Falcón, el difunto podría muy fácilmente decir ¡Lindo chico, pero! Le quedaría genial. Mientras que Joselo si se estuviera refiriendo a la obligación de trabajar muy bien acuñaría ¡Rodilla en tierra! Hablando de Leopoldo López el Eterno se luciría gritando ¡Canuto está mal! Y también ¡Por eso es que los matan!. ¡Anjá! y si tomara como blanco a Hermánn Escarrá con toda seguridad, al verlo brincar de allá para acá y de acá para allá, le preguntaría ¿Eres molusco o eres marisco?

Joselo cuando cambió de canal televisivo en su programa no descansaría diciendo ¡Uh Ah Joselo no se va! En cualquiera de sus programas al hablar de política Joselo causaría risa afirmando “Huele a azufre” refiriéndose a Carlos Andrés Pérez. Así que queridos lectores si pudieran construir una breve historia, un simple ensayo; intercambiando frases, espacios, escenarios, cámaras y filmadoras, lugares y fechas entre Joselo y Chávez podrían comprobar la capacidad histriónica de ambos y sus asombrosos parecidos en materia de actuación. Caerían de espaldas y sumamente perplejos tal como ocurre con Condorito.

El contenido de sus discursos, tanto el de Joselo Chávez como el de Hugo Díaz, carecen de densidad, no representan ningún hito en la política ni mucho menos huelen a ciencia. No cumplen ninguno de los requisitos para ser un hecho científico: No demuestran la falsedad de conceptos anteriores, no explican fenómenos nuevos ni mucho menos ensanchan conocimientos y teorías previas. Son palabras popularsonas, pegagosas, pero inocuas y vacías. Son teatro. Puro teatro. No son hechos culturales. Menos aún literarios. Rehúyen de la poesía y son contrarios a la filosofía.

Quizás un gobierno de Joselo nos hubiese dejado un mejor país. Seguramente su hermano Simón habría tomado parte en el asunto de gobernar como un buen padre de familia.

Os preguntareis ¿Y qué tiene que ver eso con Chaplin? Os contaré. Durante la primera década del Siglo XX Chaplin se hizo popular. Había nacido en 1889. Para finales del 1910 contaba con 21 años. En esos años muchos actores de segunda: circenses, desempleados y deambulantes se ganaban la vida imitando a Chaplin. Eran tantos que el Estado de California parece que abrió un concurso en 1915 de imitadores del Genio para escoger el más parecido al auténtico.

Consistía en imitar al Charlot. Chaplin, al conocer tal concurso y seducido por su incansable búsqueda de escenas de sencillez y humor se inscribió, parece ser, en el segundo de los certámenes nacionales. Estando de incógnito y frente a tantos de sus imitadores no podía distinguirse y fue tanto así, que Chaplin imitando a Chaplin fue eliminado en la primera ronda del concurso.

Quiero decir con esto que Chaplin siendo el creador del personaje Charlot no pudo imitarlo pues había una diferencia entre la realidad y la ficción. Chaplin y Charlot eran distintos.

Chávez por el contrario se inventó un personaje que interpretaría desde el inicio de la primera campaña electoral para la presidencia hasta el mismísimo día de su fallecimiento, cualquiera éste hubiese sido. Y lo impuso a fuerza de autoritarismo, arbitrariedades y corrupción.

Abierto un concurso de sus imitadores con toda seguridad alcanzaría el primer lugar. Su discurso en general no se compadeció nunca con lo auténtico sino con su actuación.

Hablaba de un país y de una realidad que nunca existieron. Inventó como dije un personaje, lo interpretó de tal manera que nunca pudo regresar a la condición de humano. Fue un actor de comedia que terminó siendo un actor de tragedia. Si alguna frase sería educativa en boca del expresidente sería: No hagas nunca lo que yo hago sino lo que yo digo y especialmente nunca digas lo que yo digo.

@eduardo_sem


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