PAOLO MONTANARI TIGRI| EL UNIVERSAL
Yo sé que la situación que vive la Venezuela de hoy es sumamente grave y que, con excepción de un grupúsculo de fanáticos víctimas de un profundo e incisivo lavado cerebral, la aplastante mayoría de los venezolanos está convencida que los resultados de la elecciones del 14 de abril anunciados por el CNE han dejado una gran duda sobre su claridad, a nivel nacional y a nivel internacional. En efecto yo creo que más de la mitad de los electores, incluyendo a una parte muy consistente del mismo chavismo, sabe perfectamente que la "victoria" de Maduro -y con la venia de "algunos" permítanme poner el término "victoria" entre comillas- es muy dudosa. Y esta es una situación que podría degenerar en cualquier momento provocando una represión por parte el Gobierno cuyas consecuencias serían imprevisibles. Lo que ha sucedido en la Asamblea Nacional es una muestra.
Sin embargo es sumamente difícil y muy peligroso enfrentarse a un régimen todopoderoso como el que hay actualmente en este país, un régimen que, gracias a la tácita tolerancia de una oposición muchas veces pasiva e inerte como cuando, por ejemplo, en el 2005 decidió abstenerse de participar en las elecciones legislativas, aplanando inexplicablemente el camino del autoritarismo a este gobierno, ha logrado concentrar abusivamente en sus manos todos los poderes del Estado.
Frente a ese panorama político que día tras día adquiere un aspecto siempre más dramático, no hay que resignarse, no hay que perder la esperanza, hay que tratar por todos los medios de mantener vivo y presente ese estado de ánimo combativo y luchar, por supuesto en el respeto de las normas para no correr el riesgo de una reacción violenta por parte del Gobierno, para que se nos haga posible lo que esperamos, por el bien nuestro, de nuestros hijos y de Venezuela entera.
No se olviden nunca que la represión y la violencia son el recurso desesperado de los que no tienen más recursos y de los que han perdido la legitimidad, y la habilidad de esa oposición estriba justamente en aceptar con esperanza esa triste realidad que estamos viviendo. Estoy cada día más convencido que, debido al ambiente de hostilidad y de resentimiento que se ha creado en el país hacia esa comprobada mayoría que no comparte la ideología absolutista de este gobierno, el aceptar esta realidad, no con espíritu de resignación sino con el firme propósito de luchar por el bien del país, es la única manera para tratar de cambiarla. "No pierdan la esperanza" entonces porque, como decía Winston Churchill, "¡nada está perdido hasta que todo no esté perdido!".
p.montanaritigri@fastwebnet.it
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