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miércoles, 3 de julio de 2013

Venezuela 2030. Por Miguel Ángel Santos



Es muy posible que lleguemos al 2020 en un estado de involución política, social, y económica

MIGUEL ÁNGEL SANTOS | EL UNIVERSAL

He pasado algún tiempo revisando el informe Tendencias Globales 2030 del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos (NIC). La idea de esta serie quinquenal es proveer un marco de referencia para pensar sobre el futuro. Sólo así podemos prever las oportunidades y amenazas que enfrentaremos en quince o veinte años y reaccionar estratégicamente en consecuencia. Por desgracia nos agobia tanto nuestra cotidianidad (con razón) y nos urge tanto el presente que rara vez deja lugar para este tipo de reflexiones. De allí surgió la idea de compartir con ustedes aquellas tendencias que más nos podrían afectar y reflexionar sobre sus posibles efectos sobre nuestra sociedad.

La mayoría de los expertos consideran muy probable que para el 2030 Estados Unidos se convierta en exportador neto de gas natural y petróleo. Ya de por sí ha recuperado el liderazgo como primer productor de gas natural del mundo, expandiendo la vida útil de sus reservas de treinta a cien años a través de la fractura hidráulica. Nuevas tecnologías ("fracking drilling") podrían también permitirle acceder a depósitos de petróleo en roca hasta ahora muy difíciles de alcanzar, con lo que podrían reversar su balanza energética en veinte años. Lo único que amenazaría este proceso son las preocupaciones ambientales. Si éstas no prevalecen o son mitigadas, para 2030 la capacidad global en exceso se estima en ocho millones de barriles día (tres veces nuestra producción). Llegados a este punto la OPEP perdería el control sobre el mercado mundial. No hace falta abundar acerca de la hecatombe que esto representaría para nosotros. En términos directos, el petróleo representa 94% de nuestras exportaciones, 40% del ingreso fiscal y 30% de la producción a precios corrientes. En términos indirectos lo es prácticamente todo. Nuestras exportaciones de otras materias primas (minería) han sido descuidadas, mientras que la manufactura privada ha sido ahogada para darle paso a importaciones baratas. Si no hacemos la transición productiva y diversificamos exportaciones nuestra ingreso se derretirá como hielo hasta alcanzar el nivel de cualquier economía media o pequeña de América Latina.

El informe también prevé un importante efecto sobre la economía mundial como consecuencia del envejecimiento de la población del cual no estamos exentos. La tasa de crecimiento poblacional de Venezuela ha venido cayendo de 3,5% anual en los años ochenta hasta un estable 1,6% anual en la última década. Si combinamos esto con el aumento de la expectativa de vida promedio, llegamos a un escenario en donde la pirámide de los libros de geografía de mi generación empezará a asemejarse más a un cuadrado, con cada vez menos población (en términos proporcionales) en edad de trabajar y cada vez más en edad de jubilación. ¿Cómo vamos a pagar por la vejez de éstos últimos? Estas dos primeras posibilidades son muy peligrosas, si se consideran desde la perspectiva de otras tendencias que podrían afectarnos.

Los próximos veinte años también serán testigos de un proceso de reducción de la pobreza y crecimiento de la clase media a nivel mundial sin precedentes. Esto en el informe es visto con potencial muy positivo, porque en la medida en que la producción y el ingreso crecen los individuos tienen más que perder y se madura políticamente. Este punto me ha dado mucho qué pensar, porque creo que en el escenario pasivo nosotros vamos a estar más bien a contramano. La espectacular bonanza petrolera de los últimos años y el endeudamiento salvaje han financiado un boom de consumo que ha reducido la pobreza así medida. Cualquier parpadeo de nuestra economía tendrá un potencial mayor de generar inestabilidad, violencia y caos, pues esas familias que apenas han conseguido superar la barda van a defender su posición a ultranza. No será producción lo que defiendan, será consumo. Y esto lo hace particularmente riesgoso. De manera que aunque estemos cerca del nivel de ingreso per cápita que el NIC considera el límite a partir del cual se entra en un proceso de maduración política y profundización democrática ($12.000 dólares por habitante PPP), ese límite para nosotros podría ser una ilusión.

Visto así, no luce nada prometedor. Venezuela 2020 solía ser un eslogan de mi generación para describir un futuro prometedor que alcanzaríamos en un lapso de tiempo relativamente razonable. A estas alturas es muy posible que lleguemos a esa cota en un estado de involución política, social, económica e institucional, al menos en relación con el punto aquél desde el cual nos fijamos aquella meta. 2030 está apenas un poco más allá. ¿Es esto inevitable? ¿De qué depende? ¿Qué podemos hacer por cambiar esta situación?

@miguelsantos12


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