Otro Blog del Grupo Noticias en Tweets »» Sígueme en Facebook Sígueme en Twitter Síguenos en Instagram Suscríbete a NT Youtube Suscríbete Gratis Síguenos en Google +

lunes, 5 de agosto de 2013

SICAD y la maldición del ganador. Por Ángel Alayón



Por Angel Alayón / Prodavinci

Hay soledad en la victoria. Quien participa en una subasta está dispuesto a confesarse, a desnudar sus preferencias, sus posibilidades, a decir cuánto vale para él lo subastado. Quien gana la subasta es el que oferta más, el que puja más y el que se queda solo con su victoria. La maldición del ganador se define en la literatura especializada como la tendencia a pagar más de lo debido por un bien en el marco de una subasta y en ausencia de información completa. El que gana la subasta obtiene el bien, pero sabe que pagó de más y quizá no haya sido un buen negocio. La maldición del ganador es la victoria del que vende.

El SICAD se anunció como una subasta de divisas y los oferentes pujaron. Lo hicieron a su mejor entender. Curiosamente, en esta subasta, quienes ofrecieron más no obtuvieron divisas. Si los ganadores están malditos, ¿cómo llamamos a estos perdedores? En lugar de subasta, algunos han preferido llamar al SICAD lotería. No seamos injustos al llamar lotería al SICAD, porque el azar debe ser ciego para poder ser azar.

En el SICAD no hay personas que sufran de la maldición del ganador. Ya no tiene sentido que los agentes revelen sus preferencias y digan cuánto vale el dólar para ellos. Entonces, parece que tener poderes adivinatorios se ha convertido en una ventaja competitiva. Pero una economía no puede sostenerse sobre una adivinanza, a menos que quieras que obedezca los dictámenes de aprendices de brujo.

Paradójico: tanto hablar de soberanía para poner a los venezolanos a perseguir un dólar subsidiado cortesía del gobierno. Tanto hablar de independencia para que los precios en Venezuela dependan cada vez más del precio del dólar.

El control de cambios se agotó. Una frase que se leyó en los años ochenta y en los noventa, ahora se vuelve a leer como escrita por fantasmas. Duele siempre escribir un lugar común, pero éste encierra una verdad. Y aunque puedes decidir ignorar la verdad, no puedes evadir sus consecuencias.

Ya hemos estado allí. El riesgo de correr la arruga es que la tela se rompa.


Deja tu comentario