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jueves, 31 de octubre de 2013

Atrapado por sus propios monstruos. Por Wilfredo Franco


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WILFREDO FRANCO | EL UNIVERSAL

El Gobierno creó Cadivi so pretexto de evitar la fuga de divisas, pese a la desastrosa experiencia de Recadi, y de allí surgieron los monstruos de la corrupción extrema, la fuga de divisas más fantástica de la historia y el espanto a la inversión privada. El querido por todos, exministro J.J. Montilla, ya partido a los predios de Dios, me comentó una vez que Chávez le ofreció presidir Cadivi, propuesta que rechazó con agradecimiento por la confianza, pero convencido que un cargo así "no era para su naturaleza personal". Y es que J.J. era honesto hasta el tuétano de los huesos por naturaleza.

Hoy la economía venezolana está postrada por el aplastamiento del motor fundamental: la actividad productiva de empresas pequeñas, medianas y grandes. La manipulación in extremis de las reglas de la economía a través del control de divisas, leyes absurdas, la satanización del sector privado, el sindicalismo politiquero y las expropiaciones, por una parte, y la conversión de la importación en "el gran negocio", por la otra, han logrado reducir la productividad nacional a mínimos históricos, y han disparado el dólar paralelo, el barómetro fundamental que mide la presión económica, y la social. El número de empresas cerradas, centenares de miles, es hoy superado abiertamente por el número de empresas al borde de la quiebra. Y no se ve luz al final del túnel en que nos ha metido el Gobierno.

La invencible y omnipresente Ley de la Oferta y la Demanda, que existe desde que el primer cavernícola hizo el primer trueque de una pieza de cacería por un cuchillo de piedra, domina indefectiblemente el quehacer humano, pese a los fracasados esfuerzos por torcerla de todos los socialismos que han existido en la historia de las sociedades, incluyendo por supuesto a esto que llaman socialismo siglo XXI. Los monstruos de la escasez y la especulación, hijos del aplastamiento de la economía, se han desatado y tienen en pánico al Gobierno y a la sociedad. Tan solo los altos precios del petróleo (¡siempre el petróleo!) le insuflan algo de oxigeno al fracasado experimento político del que somos víctimas absolutamente todos, al permitir cubrir parcialmente las necesidades mediante importaciones, que a duras penas se van pagando entre reclamos de los países que si producen y aún se atreven a vendernos.

Mientras la economía productiva fenece en su proceso de asfixia, los rojitos trabajan incansablemente, e invierten una buena tajada de los magros recursos públicos en la economía que si les obsesiona: la de los votos. Tienen calculado al detalle cuántos votos a favor y en contra tiene cada candidato a concejal y alcalde en cada parroquia y municipio de este país, y mueven instituciones del Estado, gente, propaganda y dinero para tratar de balancear las cuentas a su favor.

En su afán, que de nada sirve para solucionar los problemas que padecemos, están descubriendo otra ley infalible: No Solo de Pan Vive el Hombre. Si bien tradicionalmente el voto de muchos se ha logrado más por influencia del estómago lleno que del cerebro pensante, otras variables afectan cada vez más la economía del voto, pese al realero gastado sin control en los Mercales y Pedevales y en el inmenso sistema de clientelismo político del Gobierno-PSUV, mantenido con los dineros públicos. Esas variables son parte del día a día en cada barrio, en cada parroquia, en cada ciudad o pueblo y se resumen en la creciente molestia de los ciudadanos de todos los colores por la escasez y la inflación, por los malos servicios y, especialmente, por la inseguridad. La conciencia, basada en el cerebro y no en el estómago, está retumbando con algo muy simple pero demoledor: ¡El gobierno es malo, y malo con ganas! Y está atrapado por sus propios monstruos, y no encuentra la forma de dominarlos. Con propaganda engañosa, insultos y amenazas a la oposición no se combaten esos monstruos. La sensación de impotencia, incapacidad e ineficiencia que proyecta el Gobierno influirá en las próximas elecciones. Castro y Maduro, rodeados de generales, lo sienten y lo saben. ¿Mostrarán su clase?

wfranco01@hotmail.com


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