ANGEL OROPEZA | EL UNIVERSAL
Todos los estudios serios de opinión pública indican que el panorama de aceptación popular de la administración de Maduro mantiene su tendencia a la negatividad y el rechazo. Ya no es solo la percepción generalizada de que el país marcha a la deriva, sino que los venezolanos tienen cada vez mayores dudas sobre la capacidad de Maduro para estar al frente del Ejecutivo. La última encuesta IVAD, por ejemplo, encuentra que apenas 12% de los ciudadanos piensa que Maduro ejerce su liderazgo personal, e incluso 17% cree que solo sigue instrucciones desde Cuba.
Lo más preocupante de estos datos para el Gobierno, es que ocurren en las proximidades de unas elecciones municipales que son políticamente vitales, dada la necesidad de obtener la legitimación que no obtuvo el pasado 14 de abril y borrar cualquier sospecha sobre el real respaldo popular del madurismo.
Lo previsible –salvo que ocurra algo inesperado, o que los opositores decidan no votar- es que la unidad se haga del poder en la mayoría de las capitales de Estado, ciudades de mayor población, y los municipios más importantes. De hecho, la oposición pudiera estar en capacidad de lograr que cerca del 70% de la población sea gobernada por alcaldes distintos al oficialismo. Hay que recordar que desde hace 8 años, 83% de las alcaldías del país están en manos del PSUV.
Si la proyección que estiman las encuestas se cumple, el oficialismo vería así disminuido ostensiblemente su control sobre los espacios municipales y sobre el territorio. Frente a esta realidad, no es por azar que el Gobierno haya rescatado el tema comunal, olvidado después de la muerte de Chávez, y lo haya convertido en el nuevo centro de su estrategia electoral. No solo se lanzó con toda la gala del caso el programa "Comuna o nada", sino que se adelantó el "1er. Censo comunal" de organizaciones de este tipo asociadas al Gobierno.
La estrategia del Gobierno es clara: en caso de concretarse la nueva realidad electoral el próximo 8D, las comunas servirían para amenazar con restarle competencias, recursos económicos y poder político a los municipios que obtenga la oposición, y de esta forma intentar evitar el reacomodo del mapa político nacional en desmedro del oficialismo. Así, el relanzamiento electorero del llamado "Estado Comunal" solo busca compensar las derrotas que el oficialismo espera sufrir en diciembre.
La resurrección del Estado Comunal no es la única respuesta del Gobierno frente a lo que percibe como una coyuntura políticamente adversa. La otra consecuencia ha sido un nuevo episodio de radicalización económica. Era de esperar que, tarde o temprano, el régimen enfilara sus baterías hacia el sector no gubernamental de la economía, en un intento por desviar la señalización de responsabilidad que, según las encuestas, la mayoría de los ciudadanos le otorga sobre la crisis económica, especialmente sobre la inflación y el desabastecimiento.
Hace apenas pocos días, Maduro acusó al sector no oficial de la economía de estar detrás de lo que él ha bautizado como el "plan colapso total", un supuesto proyecto desestabilizador que intentaría derrocar a su gobierno, por la vía de creación artificial de desabastecimiento y sabotaje económico.
En respuesta a ese supuesto plan, anunció la creación de un parapeto llamado "Órgano Superior para la Defensa Popular de la Economía", cuya finalidad es asustar y reprimir a empresas y emprendedores bajo el eufemismo de "supervisar la producción y vigilar la actividad" de los actores no oficiales de la economía.
Para completar la secuencia de las últimas acciones derivadas del terror oficialista hacia lo que les pudiera venir en diciembre, se anunció la creación de un Frankenstein censor, pomposamente llamado "Centro estratégico de seguridad y protección de la patria". Este adefesio fascitoide, que hubiera sido la envidia de Joseph Goebbels, no solo viola los artículos 57 y 58 de la Constitución, sino que busca amedrentar a la población con prohibir y castigar las opiniones y denuncias de los venezolanos sobre sus problemas.
Acciones como las 3 nombradas hasta aquí, más otras que seguramente vendrán en las próximas semanas, forman parte del ya tradicional y gastado guión cubano de asustar a la gente para desmovilizarla, sembrarle desesperanza y desánimo, e intentar sacar a la oposición de su estrategia de insistir en la organización popular y en la vía electoral como camino de cambio social. En el fondo, se trata de los intentos de un gobierno aterrorizado ante la fuerza electoral popular que se le avecina, y cuya única esperanza es rogar que nos asustemos nosotros primero. Que nadie caiga en la trampa.
@angeloropeza182