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viernes, 1 de noviembre de 2013

"Nuestro Insólito Universo". Por José Domingo Blanco (Mingo)


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JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO) | EL UNIVERSAL

Me tomo la licencia y pido prestado, con la mejor intención, el título del microprograma radial -escrito por el gran publicista Rafael Silva y narrado magistralmente por Porfirio Torres- para mi artículo de hoy: "Nuestro Insólito Universo". Allí siempre nos han contado historias asombrosas, pero reales, que han ocurrido a lo largo y ancho del planeta. De hecho, este miércoles recordaron a Orson Welles, porque se cumplió un nuevo aniversario de su célebre adaptación de la novela "La guerra de los mundos" con la que aterrorizó desde los estudios de la CBS a los radioescuchas de su programa. Fue tal el grado de veracidad con el que narró, hace 75 años, la ficticia invasión alienígena que la gente cayó presa del pánico. Por supuesto que la época era otra y la inocencia de los americanos, mucha. Algo como eso que hizo Welles, es muy difícil que vuelva a pasar... aunque, quién quita...

Y se preguntarán a qué viene todo este preámbulo. Bueno, resulta que hoy más que nunca, Venezuela me parece el compendio de lo insólito gracias al cúmulo de hechos inverosímiles, difíciles de creer, que se agolpan en nuestra geografía. El país se ha vuelto un capítulo muy largo -¿de cuántos?, ¿quince años?- de "Nuestro Insólito Universo".

Vivimos momentos inusuales y espeluznantes que, por cierto, no nos están generando la suprema felicidad, ni siquiera una pizquita de alegría. Porque, no sé si ustedes comparten mi opinión; pero, yo no me siento más feliz a pesar de que el gobierno anunció la creación de ese Viceministerio. Sí debo confesarles que me causó risa la ironía de Maduro. Incluso recordé a don Arturo Uslar Pietri, porque, cuando me enteré de esta nueva "entidad feliz"; pensé que, definitivamente, Nicolás nos había visto cara de pen...: ¿Felicidad porque pudimos regresar a casa sanos y salvos? ¿Felicidad porque los motorizados no nos asaltaron en el tráfico? ¿Felicidad por haber encontrado, después de muchas horas invertidas, papel toilette, azúcar, aceite, pollo o carne? ¿Felicidad porque las cosas que en enero se compraban a un precio hoy cuesta cinco veces más caras o no las encontramos? ¿Felicidad porque logramos renovar el pasaporte y nos lo entregaron 4 meses después? ¿Felicidad porque participamos en la subasta del Sicad y no resultamos beneficiados? ¿Felices porque el "innombrable" en el mercado negro bate récord de taquilla? ¿Felices por la cantidad de trabas que nos ponen para sacar algún documento o conseguir recaudos sin pagarle a un gestor? ¿Felices de ver tanta cara de infelicidad?

Por eso, como ya les he comentado en otras ocasiones, a los venezolanos no nos está permitido perder la capacidad de asombro. Siempre hay algo que nos impacta, nos perturba, nos conmueve y nos provoca un sinsabor y desasosiego. De hecho, uno de los temas que no deja de sorprenderme -a diario- es de la criminalidad en el país: cuando creíamos que lo habíamos visto todo y que nada podía ser superado, aparece una nueva noticia, dantesca y grotesca que, más allá de narrar el qué, cómo, cuándo, dónde y quién se vio involucrado en el hecho delictivo, lo que trasluce es la anomia que reina en Venezuela. ¿O es que acaso no es un horror leer que una gerente del Banco de Venezuela contrató a un sicario para matar a un empleado? ¿O que un conductor atrapado en la autopista, en medio del cortejo fúnebre de un motorizado, recibió un disparo por tocar corneta para protestar la arbitrariedad de estos malandros en dos ruedas que trancan la vía para hacer sus rituales de despedida? ¿O la noticia del hombre decapitado que hallaron en Cumaná al que le abrieron el abdomen para meterle su propia cabeza? ¿O el de las "fiestas de negocio"-con drogas, música y alcohol- que organizan los delincuentes en los barrios cerrando la calle que les dé la gana y que terminan a tiros? Cómo me gustaría que estas truculentas historias fueran producto de la ficción, surgidas gracias a la mente fantasiosa de algún escritor, y no la triste cotidianidad de nuestra patria.

En este momento crucial, a los venezolanos nos importa un comino la derecha o la izquierda; lo que pronto exigiremos a gritos es que juntos, de una vez por todas, resolvamos los graves problemas que padecemos. Porque, por otro lado, es aberrante que estemos habituándonos al caos. Estamos coexistiendo con el caos: está frente a nuestras narices y nos estamos acostumbrando. Pero, resulta que para este tránsito político, su única preocupación en este momento, es seguir construyendo generaciones de ciudadanos robóticos, sin lo más preciado por todo ser humano: la libertad de pensamiento.

Cada noche me acuesto con la ilusión de que esto, lo que estamos malviviendo, no sea más que un capítulo de "Nuestro Insólito Universo", o una jugada desde el más allá de Orson Welles quien, en breve, aclarará que sólo nos estaba tomando el pelo.

mingo.blanco@gmail.com

@mingo_1


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