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martes, 4 de febrero de 2014

La maraña cambiaria. Por Víctor Salmerón


VÍCTOR SALMERÓN | EL UNIVERSAL

Corrupción galopante, un dólar paralelo que alienta el alza de los precios, escasez de divisas y desabastecimiento en los supermercados. Repentinamente es como si el tiempo regresara y Venezuela transitara nuevamente por los caminos ruinosos de Recadi.

Durante diez años el Gobierno defendió y mantuvo en pie a la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi), un organismo que distribuye los dólares al tipo de cambio oficial al igual que hizo Jaime Lusinchi, quien conservó durante sus cinco años de gestión a la oficina del Régimen de Cambios Diferenciales (Recadi) y, los resultados, son cada vez más parecidos.

Nada sorprende. La historia demuestra que impedir la libre compra de dólares para enfrentar una veloz salida de capitales como las vividas en 2003 y 1983 creando un organismo que decide quién puede comprar divisas, debe ser una medida de corta duración, de lo contrario, afloran los desequilibrios inherentes al control.

Rápidamente el dólar comienza a cotizarse en un mercado paralelo que puede ser legal como en el caso del gobierno de Jaime Lusinchi o ilegal como ahora. El resultado es que los dólares más baratos que en el pasado distribuyó Recadi y actualmente asigna Cadivi se tornan muy demandados.

Así aparece el hábitat ideal para la corrupción. Empresas de maletín que, con la complicidad de funcionarios públicos, reciben dólares para importaciones ficticias o compañías que inflan el precio de lo que compran en el exterior para recibir divisas que luego son revendidas en el mercado paralelo, para obtener ganancias gigantescas.

Una enorme brecha entre el dólar oficial y el paralelo es otro detalle que asemeja al control de cambio actual con el de los tiempos de Lusinchi. En este momento el diferencial es muy superior al 300% de la época de Recadi.

Una brecha de esta magnitud se traduce en que la demanda por los dólares baratos es prácticamente infinita y el acceso a estas divisas es lento y difícil.

El resultado es que el dólar paralelo es utilizado como guía por las empresas y comercios al momento de calcular los costos de reposición y los precios de una amplia gama de productos y servicios toma impulso.

Así, la inflación hunde el acelerador, los precios aumentan rápidamente y el tipo de cambio oficial llega a ser excesivamente barato y el incremento de las importaciones alcanza niveles insostenibles. Entonces, no queda más alternativa que devaluar.

No obstante la administración de Nicolás Maduro intenta estirar la vida del tipo de cambio oficial de 6,30 bolívares y asegura que regirá para 80% de las importaciones de este año.

Aunque se lograse este objetivo con una fuerte reducción en la entrega de divisas, lamentablemente, todo apunta a la devaluación.

@vsalmeron



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