Claudio Nazoa / El Nacional
Este no es un artículo en contra de las mujeres, todo lo contrario. Las amo, les tengo respeto pero también miedo, sobre todo porque me tienen rodeado: manager, asistentes, esposa, hija y novias. Así que imaginen cómo gozo y sufro a la vez.
Hoy hablaré de mujeres inteligentes, bellas y profesionales, que buscan hombrecitos insignificantes, ignorantes, chulos y fracasados para vivir con ellos. Nunca entenderé por qué seres más inteligentes que los hombres eligen tan mal a la hora de empatarse, casarse o, peor, de enamorarse.
Es difícil ser entrépito porque podemos terminar con las tablas en la cabeza. Lo que sí podemos hacer es criticar, que es de lo más sabroso, y al hacerlo les abrimos los ojos a otras mujeres para que no se metan a gafas.
Escribo estimulado por la rabia de tener una amiga que se metió a gafa. Espero que lea esto, se sienta identificada y reaccione. Ella es abogada de la república, exitosa, bella, divorciada y muy bien instalada en un PH de Altamira.
El otro día se presentó con un bolsa, inculto, patán, de lenguaje limitado a lo básico, comelón de pasapalos y chupa whisky desesperado.
Mi amiga llegó de lo más “joronda” con su “picachu” (pichirre, caleta y chulo) y pasó vergüenza, aunque intentó hacernos creer que aquel necio era una combinación de Brad Pitt con Arturo Uslar Pietri.
La llamé al día siguiente y cuál no sería mi sorpresa cuando el picachu atendió el teléfono… ¡Vivía con él!
Invité a mi amiga gafa a tomarnos un café para que me explicara la vaina. Dijo que su mujer era muy mala pero que se estaba divorciando y que no tenía trabajo ya que era socio de la malvada esposa que le robó su parte.
—Le dije que viviera en mi casa mientras arreglaba su situación y conseguía un nuevo empleo
—Y… ¿qué hace él?
—La verdad es que él te hace de todo, pero tú sabes cómo está la situación…
Ya está… ¡Se fregó! Cuando abra los ojos quizás sea tarde y le cueste Dios y su ayuda sacar a ese mequetrefe de su vida y, sobre todo, de su casa.
Quizás sea un concepto machista o producto de mi longeva edad, pero cuando consigan un hombre que les guste, no importa el grado de desesperación en el que se encuentren, averigüen si trabaja, si no dice “dijieron y vánonos”, si tiene casa, carro y dinero para que las invite a lo que sea, y siempre, cualquiera fuera el motivo, que sea él quien pague, y aun así nunca lo lleven a vivir con ustedes. Que él se las lleve. Acuéstense con él en su casa o en un hotel y después, haciéndose las gafas, regresen a la suya comprobando que en realidad, quienes son unos gafos, son los hombres.
@claudionazoa
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