MIGUEL BAHACHILLE M. | EL UNIVERSAL
El deterioro del estándar de vida evidenciado entre muchos desastres por la inseguridad y escasez, refleja el descontento del grueso de la población que anhela un cambio "hacia otra cosa" según se infiere, entre otras, de la última encuesta de Datanálisis (22-10-14). En este sondeo el 81,3% percibe la situación del país así: muy mala 31,7%, mala 27,3% y regular hacia mala 12%. La desaprobación de la gestión de Maduro en escaso año y medio es del 67,5%. El 31,7% la ve como muy mala, 27,3% mala, 8,5% regular hacia mala.
¿Cómo puede lograse el cambio exigido por la mayoría según la encuesta? Jugando con los aparejos de la democracia aun bajo la notoria parcialidad de las instituciones; particularmente del CNE. Quienes denigran de la vía electoral anteponiendo exóticos juicios para no sufragar, no han entendido que es el único avío político para salir de este desarreglo social. Es muy fácil evadirse inculpando al "otro" para no participar. "La falsedad del sistema, los partidos, la sociedad, el CNE, o todo lo demás", son argumentos abstencionistas de quienes no confían siquiera en sus propias coartadas.
Los atajos conllevan en el fondo una simplificación de la realidad social y política que se guarnece en ilusos supuestos. Insistir en la tesis de que no es factible cambiar nada de la deformante situación actual mediante el sufragio, equivale a renunciar a la civilidad y "facultar" implícitamente a otros; por ejemplo, al chavismo, para que elija por nosotros y "nos represente" en todo evento democrático. El voto es algo más que un fetiche. Se entiende que hay una generación que se siente apática. Pero no puede anteponerse su fatiga para declinar, pues además de socavar los atributos de la democracia se incrementan los ostensibles conflictos.
Las elecciones legislativas del 2015 tienen tanta relevancia que desde ya están intranquilizando a los ductores del régimen que no dejan de referirlas en todo evento. Elías Jaua en la inauguración del Instituto de Altos Estudios del Pensamiento de Chávez: "los revolucionarios no pueden permitir la alternancia en el poder con la burguesía porque eso sería el fin del proceso". Esta declaración evidencia que son ellos quienes intentan socavar los procesos electorales para desanimar a los demócratas. ¿Vamos a caer en ese ardid en vez de estimular la participación? Los votos se defienden en las mesas; no con líricas.
Diosdado Cabello, por su parte, preocupado, está en la misma onda propagandista sobre la necesidad de "barrer" en las parlamentarias del próximo año y evitar que "la derecha asuma el poder, pues eso sería el principio del fin del proceso". Asimismo Jorge Rodríguez declara: "vamos a darle un revolcón en las parlamentarias". Actúan como aquel que se asusta con su sombra al caminar. ¿Por qué tanta angustia ante la elección del año próximo?
Las llamadas partidas secretas destinadas al adoctrinamiento y programación del más humilde, además de mermadas por la caída el precio del petróleo, ya no surten el efecto cautivador del "Dakazo". La gente está más preocupada por la desaparición de la harina de maíz y de acetaminofén. La llamada revolución no puede seguir siendo irascible. Llegó la hora de quitarse la máscara ante los ordenamientos socioeconómicos fundamentales que determinan la propiedad de bienes, la división del trabajo y la distribución del trabajo.
Mediante el sufragio impedimos que sea Cabello el que decrete autoritariamente quién permanece y quién se va de la Asamblea. Los ordenamientos consagrados y legitimidades a lo largo de mucho tiempo tienen su propia dinámica y sus propias inevitabilidades. El régimen tendrá que acatar la voluntad de la mayoría expresada en las urnas. Hay que jugar desde ya. La MUD no puede seguir distrayéndose en las tercerías de los abstencionistas. Llegó la hora de asumir la cruzada con fuerza para no ceder el campo al oficialismo.
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MiguelBM29
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