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lunes, 27 de abril de 2015

"Cambiar unos problemas por otros". Por Ofelia Avella


OFELIA AVELLA | EL UNIVERSAL

Como tantos, he leído las palabras que Lorenzo Mendoza dirigió a sus empleados, así como las que una venezolana le dirigió a él desde el exilio. Leí también la opinión que emitiera al respecto Veneconomía y debo decir que yo también acogí las palabras de Mendoza como las más idóneas que un empresario puede transmitir a sus empleados. Opina así Veneconomía: "Sin menoscabo de las razones que tiene cada persona que toma el difícil camino del éxodo, son las nefastas consecuencias que una emigración masiva tiene para el futuro de Venezuela en donde radica la importancia que, para Veneconomía, tiene el mensaje de optimismo y confianza que diera a sus trabajadores, Lorenzo Mendoza, cabeza del Grupo Empresas Polar, una de las empresas privadas más importante de Venezuela".

La verdad es que no interpreté sus palabras como un ataque o cuestionamiento a quienes se han ido. Quien permanece en Venezuela, no sólo porque "no puede irse" sino porque muchas otras razones le atan a ella, está experimentando la necesidad de fortalecerse interiormente para asumir esta lucha con un sentido cada día más profundo. Mendoza no criticó a los que se han ido; manifestó comprenderlos en sus circunstancias, pues cada uno debe buscar su camino y abrirse a las posibilidades que este camino vaya ofreciéndole, a él y a los suyos. Quien hace cabeza de una empresa como Polar debe, sin embargo, fomentar la esperanza en quienes dependen de su lucha diaria, sobre todo cuando esta lucha es también una vocación de vida. Es probable que él no haga cola para comprar harina Pan, pero no sólo la produce (más difícil) sino que lleva años lidiando con circunstancias que amenazan diariamente con asfixiar a la empresa privada y dejar sin empleo a miles de empleados. No es cierto, además, que desconoce los asaltos del hampa, pues en Venezuela nadie tiene su vida garantizada y su familia lo ha constatado. Los problemas de unos, además, suelen ser distintos a los de los demás, pero existen; siempre existen y la fachada engaña. Como todos nosotros vive aquí y como empresario venezolano, sortea en estos tiempos muchas dificultades. Sus palabras recuerdan a las de la nueva propaganda de Farmatodo: "De venezolano a venezolano", pues ¿de qué otro modo puede plantearse la lucha sino desde la esperanza?

Su mensaje, pienso yo, debió ser como fue. ¿Qué podía decir a sus empleados en medio de la incertidumbre que vivimos? ¿Qué puedo decir yo a mis alumnos cada vez que los veo? ¿Les recomiendo que se vayan, que emigren, que no estudien? De entrada no puedo sino educar para Venezuela porque de no hacerlo mi propia vida no tendría sentido. El día que no procure transmitir esperanza, será porque me habré ido yo misma. Educar en pesimismo es fatal y muy a pesar de los pesares, debo procurar dar alguna luz a los que me rodean. Irse o no irse es una decisión muy personal, pero yo no puedo permitirme transmitir un mensaje que no sea esperanzador en las aulas de una Universidad que recibe cada trimestre a muchos venezolanos deseosos de aprender y ser mejor. Muchos no han pensado en irse; otros no pueden hacerlo; otros no lo desean. En este momento tengo en mis manos no sólo a jóvenes, sino a adultos dedicados a educar (a servir) a otros. ¿Qué les digo? ¿Que busquen cómo irse? ¿Qué para qué invierten en sus estudios si no le servirán de nada?

No puedo hacer eso y además, no me lo creo, pues los momentos de crisis abren siempre la posibilidad de crecer por dentro. Si bien estamos pasándola muy mal, creo que en Venezuela se abrirán los caminos. La decisión de irse del país se toma en la intimidad del hogar, después de haber evaluado muchas variables y se entiende y respeta, pero en Venezuela sobrará trabajo y se necesitará de muchos que pongan el hombro. Decirlo y transmitir esperanza no equivale a juzgar a quienes se han ido. En una institución venezolana, en una empresa venezolana, además, no puede plantearse sino la necesidad de luchar por el país como un estímulo general, pues pienso que nuestro deber es formar para Venezuela. Nuestro compromiso es con el país y su gente.

Hace unos días me buscó una alumna para que hablara a un grupo de jóvenes, líderes de grupos de la Universidad, sobre la misión que cada uno, personalmente, puede asumir como ciudadano. "Mi forma de protesta es ser mejor", me dijo. "Necesitamos un poco de esperanza para transitar este túnel donde no se ve la luz al final", añadió. ¿Qué les digo? ¿Que no puedo darles esperanza? Si aquí estamos, es aquí donde hay que dar la batalla. Si alguno ve que no puede, porque la batalla no abre camino a ninguna posibilidad para "su futuro" personal, decidirá otra cosa, pero la lucha es un compromiso; ciertamente lo está siendo en estos momentos y hay que asumirlo en libertad.

Cuando se transmite mensajes de esperanza a los venezolanos, se hace en estos momentos desde una posición muy difícil, pues quien lo hace también está sufriendo y por eso sabe bien lo que dice.

ofeliavella@gmail.com / @ofeliavella


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