Carolina Jaimes Branger / Runrunes
“Los presidentes andan de cumbre en cumbre y sus pueblos de abismo en abismo”. La frase no es mía: es del fallecido Hugo Chávez, que aunque no se perdía una cumbre, lo aseguraba sobre los demás presidentes y pueblos. Y es que era muy fácil ir de cumbre en cumbre con la mochila de PDVSA llena de dinero repartiendo dinero. Y llegar al abismo en que estaba convirtiendo esto y disimularlo a punta de realazos. Pero aquella repartidera de real lo que hace -en estos tiempos de vacas flacas- es recordarnos que cuando la riqueza se reparte y no se crea, la pobreza está a la vuelta de la esquina. Y los aliados que estaban a la vuelta de la esquina, cuando ven la mochila vacía, se van a buscar otra llena a la que arrimarse. La lealtad se gana, no se compra. A estas alturas, para los chavistas ya debería ser lección aprendida.
Nicolás Maduro -quien no escapa a la imprecación de Chávez- previo paso por La Habana, llegó a Venezuela asegurando que “pasará a una nueva fase de radicalización de la revolución”. Uh, ah. De alguna manera tiene que justificar por qué no tuvo el éxito que esperaba en la cumbre –más bien un rotundo fracaso- y por qué sigue sucediendo lo que sigue sucediendo en el abismo al que llegó. Porque la escasez, la inseguridad, la inflación, el dinero que no alcanza, las colas y todos los demás problemas están ahí tan iguales o peores que como cuando se fue. Nuestros problemas no se arreglan con fanfarronerías, ni con cuentos de magnicidio, ni con dobles, ni con gente llevada a aplaudir y que luego hacen más ruido con lo que compran que con los aplausos. Hay que hacer algo más y Maduro no lo está haciendo, como sí lo están haciendo sus panas Evo y Correa en sus países. Debería tomar nota.
La medida de la violencia (fuerza pública, paramilitar o jurídica) por parte del gobierno chavista ha sido inversamente proporcional a su capacidad de gasto social y publicidad. Cuando hay bastante dinero para repartir, todo es amor y paz. Chávez lo hizo y le dio resultado. Pero ahora bajaron los ingresos y el déficit de caja es enorme. ¡Ah, ese imponderable llamado petróleo! Con razón Pérez Alfonzo se aventuró a llamarlo “el excremento del diablo”. No es de extrañar que se vuelva a recurrir a la represión “con gas del bueno”, perdigones a quemarropa y balas de verdad, con cualquier pretexto, desde que “la derecha apátrida” está conspirando (lo que había de derecha en Venezuela salió corriendo hace rato y los muertos no son de derecha), o que los pocos empresarios que quedan, haciendo de tripas corazón y con la espada de Damocles de un nuevo “Dakazo”, están en un merequetengue extraño, o que la confabulación viene del enemigo favorito, quién más, sino el imperio, ese imperio que se se acerca a Cuba en la medida que nos va dejando a nosotros en el horizonte de la pelazón.
Pero ahora hay un nuevo factor: la comunidad internacional. Esa comunidad internacional que se aleja y toma distancia. La acción de los expresidentes se hace cada día más devastadora. La imagen del fracaso de Maduro en Panamá causa destrozos silenciosos. Mucho peor que aquellos causados por el tristemente famoso “por qué no te callas”.
Los de izquierda radical ya saben qué van a hacer. Los de izquierda no radical sienten que están siendo acorralados. Los chavistas tienen temor de quedar atrapados en Venezuela y quienes creyeron en el proceso observan que sus ilusiones de progreso se esfumaron. El tornillo sin fin de los movimientos de masa dio un nuevo giro, como siempre, por virtud del agregado de causas previsibles e imprevisibles.
Es el momento para conocedores y sabios de todas las tendencias de imponer una política honesta. Ya solo hay dos caminos: ir a una tiranía bajo pseudo-colonización o fundar un sano Estado de Derecho. Si la oposición quiere ayudar debe conocer cuál es su papel y actuar coherentemente en todos los niveles y áreas de influencia. Si no lo hace, ayudará al gobierno a terminar de hundirnos en ese abismo que no tiene fondo.
@cjaimesb
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