Carlos Blanco / El Nacional
Pensar Venezuela desde “lo que hay” solo conduce al desierto, la soledad y el exilio interior o exterior. Allí reside uno de los problemas centrales del análisis político en los días que corren. La montaña de dificultades es inmensa y todo culmina en la represión, la escasez y… las elecciones parlamentarias, las que, por cierto, pensadas desde este presente ominoso y este pasado de uno, dos, tres,…quince años, solo puede anunciar fechorías de la casta reinante.
¿Puede ser pensada Venezuela de otra manera? No propongo un ejercicio de optimismo. Tengo cierta inquina con los optimistas profesionales porque, en el fondo, trafican con una impostura: “Menos mal que el avión se cayó al descampado porque si no, hubiesen muerto no solo los 300 pasajeros sino un gentío más”, “qué bueno que llueve torrencialmente porque aunque hay inundaciones que arrastran viviendas, al menos se limpia la atmósfera”. No. Lo que creo es que las estrategias y las políticas hay que desandarlas desde el porvenir; lo que un constructor podría aludir como “ingeniería en reversa”.
Hay que pensar y actuar desde el futuro. Desde la Venezuela global, pujante, productiva, con nuevos equipos dirigentes, con empleo de calidad, con empresas potentes, con partidos políticos contemporáneos y democráticos. Pensar, por ejemplo, en un presidente de la República que respete a sus conciudadanos y que su conducta personal pueda ser invocada como ejemplo cívico. Pensar un país en el que portar el uniforme militar o policial sea motivo de orgullo. Pensar en un país amigo de Estados Unidos y de Brasil, de España y de México, capaz de mantener una relación respetuosa y digna aun con los diferentes como Cuba o Rusia. Un país en el cual los medios de comunicación ejerzan la libertad sin miedo y en el cual los pobres no sean objeto de la caridad pública, sino que se conviertan en los principales actores de la superación de su pobreza. Un país libre, en el cual la honradez, la solidaridad con el prójimo, el respeto a la diferencia, sean valores irreemplazables.
Desde esa Venezuela que nos emplaza desde el porvenir hay que definir las tareas de hoy. Cualquier cosa menor a esa, un cierto acomodo hasta que pase la tormenta; una pausa en la libertad mientras nos ajustamos el cinturón de seguridad; un pacto “con lo que hay”; una paciencia que no es sino una transacción comercial; son modos y maneras que serían inaceptables porque eluden ese futuro que invita.
Desde el futuro todo tiende a ser nuevo, diferente... En ese futuro no existe el régimen actual. Este es el porvenir que convoca.
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