MIGUEL SANMARTÍN | EL UNIVERSAL
Los privilegiados del planeta rojo-rojito, camarita, están de cama. ¿O de catre? Están que se mueren de envidia cochina. Sobre todo los potentados bolichicos. Hoy rezongan, blasfeman y convulsionan de celos. Razones les sobran. La opulencia y suntuosidad que no les preocupa disimular resultó irrisoria. Hoy está en entredicho. Quedó devaluada (como el bolívar fuerte) ante la majestuosidad condensada en 9 metros cuadrados de equipamiento y confort enclavados en un paisaje y clima paradisiacos.
Los denominados "enchufados" quedaron boquiabiertos y trasnochados ante las vistas transmitidas. Golpeados en su orgullo revolucionario. Se consideran ridiculizados por el choque de las imágenes y la fuerza de las palabras. Después de la exhibición del apodíctico documental y las comparaciones de rigor, resultan ramplones los supuestos lujos del jet-set revolucionario. Obsoletos y periclitados. No causan envidia. Incluso (sería penoso) algunos pudieran llenarse de complejos y resentimiento por el temor de una incidental regresión social. Lanzados de vuelta al proletariado. El video, sin duda, los degrada. Los baja en la escala social.
Hoy esa elite roja se manifiesta sorprendida y deslumbrada por la presentación en sociedad de la morada burguesa (ni el Elíseo, camarita) otorgada en comodato por 13 años, 9 meses y 7 días a un oligarca, apátrida y golpista. Enemigo del "proceso" y sus logros constatables. Que niega al Comandante Eterno, su gesta, y además denigra de la revolución cubana y sus líderes amigos y benefactores de esta patria-patria querida.
La aclaración pública y demostración con hechos -de allí la pertinencia del video- resultaba (casi-casi) un deber revolucionario para salirle al paso al infundio publicado por el periódico oligarca-imperialista-racista The New York Times, según el cual el golpista de marras "permanecía confinado en solitario en una celda de 2x3 metros, que no tiene más que una cama, un inodoro y una pequeña repisa para ropa y objetos personales".
Por supuesto, esa versión maliciosa de los hechos forma parte de la campaña mediática de guerra sucia internacional (ejecutada desde Bogotá, Miami y Madrid) contra el mar de la felicidad. López, como debe ser en socialismo, se encuentra alojado por voluntad propia en una estancia recreacional con los lujos y comodidades del caso, lo que hace una gran diferencia: Dispone de un área de 9 metros cuadrados con baño privado (de 2.8 metros cuadrados), inodoro, lavamanos y ducha (no especifica si cuenta con papel higiénico, jabón, champú y crema dental); zona para lectura, radio y televisor con señal satelital (pudiera sintonizar VTV, TVes, TeleSUR, Vive TV y ANTV con sus programas Con el mazo dando, La hojilla, Zurda konducta y Corriendo y cayendo, entre otros); pizarra acrílica, filtro de agua, cocina, nevera, horno microondas y parrilla eléctrica (el reporte tampoco precisa si tendrá acceso a harina de maíz precocida, arroz, café, azúcar, leche, cereales, atún enlatado, pastas, carne, pollo y otros alimentos desaparecidos de los anaqueles de abastos y supermercados). Como la ultraderecha puede inferir, el inquilino de la hostería Ramo Verde goza de una extensa gama de elementos, bienes y prerrogativas para su total disfrute y bienestar. ¿También le permitirán fiestas con miniteca como ocurre en los paradores turísticos de Tocorón, Tocuyito, Yare y El Rodeo?
El empeño del gobierno no debería centrarse en demostrar el nivel de confort o las restricciones que pueda tener Leopoldo López en la cárcel. Su deber moral es liberarlo. Porque el dirigente de Voluntad Popular es un preso del régimen. Un preso político que no ha cometido delito punible alguno. No usó las armas de la República para atentar contra la democracia como sí lo hicieron quienes se sublevaron en 1992. Leopoldo López, como muchos otros ciudadanos venezolanos, sí ha expresado su rechazo al "modelo" castrochavista y sus críticas por las consecuencias del mismo: escasez, inflación, desempleo, especulación, corrupción, inseguridad y deterioro general.
El país está sumido en una profunda e innegable crisis económica, social e institucional. Así lo considera el 80% de los venezolanos según lo reflejan las encuestas. Disentir de una gestión tan mala como la de este gobierno no es delito. Es un derecho ciudadano. En democracia las diferencias se debaten con libertad. Solo en dictadura se reprime con cárcel, la disidencia.
msanmartin@eluniversal.com
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