Hoy más que nunca, necesitamos ponernos de acuerdo, y tratar de recuperar nuestros valores
CARLOS DORADO | EL UNIVERSAL
Por qué será que en nuestro país casi todo el mundo quiere ser Presidente? Una gran mayoría inclusive aspira a ser presidente de la República, y de los pocos que no aspiran a tan alta investidura y responsabilidad, al menos quieren ser presidentes de algo.
Recuerdo, al excontralor colombiano Julio César Turbay Quintero, que le preguntaron si aspiraba a ser presidente de los colombianos. A lo que él respondió: "soy de los pocos colombianos que no aspiro".
Siempre me llama la atención, cuando entrevisto a aspirantes a un empleo, y observo que la mayoría están más preocupados del título del cargo al que aspiran, que de la responsabilidad del puesto, e inclusive del salario.
Los animales desconocen la envidia; los hombres la sinceridad. Cuántos tienen la valentía para preguntarse: ¿estoy preparado para asumir esta responsabilidad, y la sinceridad para responderse? Lamentablemente somos un país de "toderos", y con una visión muy cortoplacista, donde supuestamente todos sabemos hacer de todo, y terminamos no sabiendo hacer nada. Donde queremos todo a corto plazo, y terminamos no consiguiéndolo ni a largo plazo.
Confundimos los roles y nuestras capacidades, aspirando a muchos puestos porque creemos tener el derecho a ellos; pero no la obligación; y mucho menos, nos detenemos a pensar si tenemos la calificación. ¿Cuántas veces hemos visto a alguien decir: "lo siento, no estoy calificado para asumir esta responsabilidad o cargo"? Para ello se requiere de una gran inteligencia y humildad; pero la mayoría se dejan llevar por la viveza y la prepotencia. ¡A pesar de que el secreto de la sabiduría, el poder y el conocimiento está en la humildad!
Georges Pompidou decía: "un hombre de Estado es un político que se pone al servicio de su país, mientras que un político es un hombre de Estado que pone el país a su servicio". Me pregunto: ¿cuántos hombres de Estado, y cuántos políticos tenemos en nuestro país?
El mundo está cambiando, y parece que los únicos que no nos damos cuenta somos nosotros. En 1960 las materias primas constituían el 30% del producto bruto mundial, en la década del 2000 apenas representaba el 4%. ¡Éramos un país rico!, y mientras algunos países están construyendo el futuro, nosotros estamos discutiendo el pasado. Necesitamos pragmatismo; pero nos quedamos solo con el "ismo" de: capitalismo, socialismo, liberalismo, neolibe- ralismo, colectivismo, comunismo, y cuantos "ismos" se nos ocurran.
Hoy más que nunca, necesitamos ponernos de acuerdo, y tratar de recuperar nuestros valores, que surjan los principios morales, que aflore el intelecto, que prevalezca la meritocracia, que se estimule la educación, que logremos la eficiencia; y volver al trabajo; pero con un ambiente idóneo y seguro, si queremos tener un futuro digno como país. Es bello soñar con un futuro mejor, pero es aterrador pensarlo como un futuro peor. ¡Necesitamos sueños, no pesadillas!
Sería triste que la ambición de unos pocos, llevase al fracaso de muchos. La ambición no es mala, ya que es el motor que impulsa la sociedad; pero debe ser comedida y sobre todo racional; en caso contrario, ejerce el efecto inverso, impulsando a la sociedad; pero... hacia el abismo.
"¿Quieres ser rico? Pues no te afanes a aumentar tus bienes, sino en disminuir tu codicia", solía decirme mi madre.
Quizás sea ésta una muy buena reflexión en este año recién estrenado, para aquellos que aspiran a ser presidentes, a tener un cargo, o un puesto de trabajo.
cdoradof@hotmail.com
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