DANIEL ASUAJE | EL UNIVERSAL
La revolución bolivariana alteró nuestras vidas y amenaza con cambiarla aún más. Durante el año 2010 me encaminaba hacia a una oficina en La Candelaria para una reunión formal de trabajo. Yo era el único que caminaba por "esas calles" con flux y corbata. Pero las maneras de vestir usuales no es lo único que ha cambiado durante el régimen chavista. Es el estilo de vida como un todo lo que ha variado para la mayoría de nosotros.
Las relaciones sociales se han alterado sensiblemente. Las visitas a los amigos y familiares se tornan escasas, son prácticamente inexistentes si no hay estacionamiento o transporte público después de las seis. Salir es un riesgo, no digamos de noche. Las invitaciones a comer en restaurante son menores y las fiestas casi solo son posibles si todos colaboran.
Los patrones de consumo se deterioraron. La cantidad de bienes y servicios erradicados del consumo habitual de la inmensa mayoría de los hogares es muy alta, no solo por la escasez sino también por su creciente costo. Las redes de trueque de lo que se consigue son mayores que las membresías en las redes sociales y éstas sustituyen a "mercado libre" por algo así como "desespero libre" notificando carencias cada vez más insalvables de medicamentos. Ni qué decir de los repuestos.
Avanzamos hacia un país que convierte a cada vez más a sus habitantes en víctimas de depredación de todo tipo. El caso de una tía a quien le arrebataron dos paquetes de harina precocida no es distinto del amigo que encontró su carro sin batería en un centro comercial. La rapiña es la vía habitual del rebusque en un país cada vez más lleno de "necesitados".
La cortesía ciudadana hace rato desapareció. Cada vez se torna más frecuente cortar el paso de un anciano ante la puerta de un banco, no ceder puesto a una embarazada y el comportamiento agresivo entre automovilistas es cada vez más frecuente. Los "mi amor", "tío", "madre" y otros calificativos afiliatorios sustituyeron a los de señor(a), Ud., caballero, y señorita de otros tiempos. Pocos dan hoy los buenos días y no es solo porque cada día son más malos. Algunos analistas conjeturamos que esta carencia de buen trato ciudadano es el correlato "light" de la alta tasa de robos y homicidios nacionales.
Hay una generación de jóvenes que oyen de sus padres cómo son los países extranjeros. No pueden soñar en visitarlos ellos. Mi madre con su sueldo de enfermera profesional pudo costearse un viaje hasta Japón y cambiaba de carro con relativa comodidad de cuando en cuando. Los venezolanos pasaron de tener una de las velocidades más altas en Internet del mundo a estar en la cola, de poder disfrutar las innovaciones tecnológicas casi al producirse a solo enterarse de ellas por el cable televisivo. Según cifras de la UCAB, la mitad de quienes eran clase Media el año pasado, hoy pasaron a ingresar las filas de la pobrecía. Antes las parejas jóvenes soñaban con adquirir su vivienda, hoy mendigan sacos de cemento para medio construir un anexo en la casa de sus padres. Sé de parejas que se mantienen viviendo con sus padres y se dispensan visitas conyugales por turno en las casas paternas. Ayer tener hijos era una bendición, hoy es un drama.
Ciertamente muchos han optado por fabricar en casa lo que compraban fuera. Mi esposa hoy día hace su mantequilla de maní, las catalinas que disfrutamos y fabricamos la comida para nuestros perros. Sin duda que estos comportamientos ponen de manifiesto nuestra capacidad adaptativa mediante la innovación creativa y la resiliencia, pero decir que nos han hecho más dichosos sería un cinismo inconmensurable para los habitantes del único país que cuenta con un despacho oficial para la promoción de una felicidad inexistente.
El perfil ocupacional del venezolano cambió drásticamente. La informalidad laboral convierte en subempleados al capital humano: programadores trabajando como vigilantes, ingenieros de taxistas. Se comercia cada vez más en el extranjero con los favores sexuales de mujeres venezolanas. Ahora tenemos como exportaciones no tradicionales drogas, delincuentes, prostitutas y talento profesional. Los corruptos nacionales invierten sus haberes en países distintos al que los enriqueció. Sin duda que Venezuela es otra y todo construido con orgullo socialista. Por cierto, Aristóbulo negó que esto sea un fracaso porque aún no ha sido construida la nueva sociedad. Cabe preguntarse qué significa entonces el pregón de "esto solo puede ser hecho en socialismo" de sus compañeros gobernantes.
Desde luego que la crisis no nos afecta a todos por igual. A muchos empobrece, a pocos enriquece. Tampoco afecta parejo a quienes toca. Algunos se rebuscan aquí, otros fuera del país; pero ante los logros por "defender" viene a cuento el diálogo aquel entre Rodrigo Díaz de Vivar y Alfonzo VI: "Muchos males han venido por los reyes que se ausentan", a lo que replicó el monarca: "Cosas tenedes, Cid, que farán fablar las piedras". En la Venezuela de hoy tantas cosas vemos que hasta piedras fritas comemos.
dh.asuaje@gmail.com
@signosysenales
Recibe nuestras actualizaciones por E-Mail. SUSCRÍBETE GRATIS AQUI
Twittear |