Por Luis Vicente León | Prodavinci
La única manera de que el mercado cambiario se estabilice es que se desmonte el control de cambios y todos los demandantes puedan comprar sin restricción alguna las cantidades de divisas que requieren al precio que establece el mercado. Si se crea un mercado cambiario nuevo en el que no se puede atender la demanda y se restringen los compradores y/o las cantidades que se pueden comprar, el resultado es exactamente igual al actual: discrecionalidad en la entrega, insuficiencia de cobertura en la demanda y corrupción, así como el estímulo al arbitraje, es decir, a comprar barato y vender caro como consecuencia de la regulación.
El mercado negro es el resultado automático de la imposibilidad que tienen los demandantes de obtener sus divisas en un mercado regulado. Al no poder obtener lo que necesitan se voltean a buscarlo donde sea y esa es la fuente natural que dinamiza el mercado alternativo, donde se forman precios más elevados y poco transparentes. Sólo desaparece el mercado negro cuando se sincera el tipo de cambio y fluctúa, abierta y legalmente, de acuerdo con la oferta y la demanda. El mercado negro es una consecuencia negativa, perversa y manipulable del control cambiario, que se resuelve abriendo el mercado.
El impacto de la devaluación en el mercado negro sobre los precios internos ya ocurrió parcialmente. Una apertura hoy tendría una parte de los costos cubiertos. Y en el caso de los bienes esenciales, es mejor que el gobierno cree un sistema de subsidios directos en bolívares a la población más pobre y no mantener subsidios en dólares que distorsionan la economía y crean escasez y corrupción. El sacrificio de entregar divisas a 10 bolívares por dólar es demoledor. Y lo más triste es que beneficia poco al consumidor final y mucho a los intermediarios, dejando las ganancias a lo largo de la cadena perjudicando a objetivo teórico. Claro que es necesario trabajar para eliminar las distorsiones, manipulaciones y abusos en el mercado negro. Y la forma de hacerlo es abriendo el mercado cambiario, subsidiando a la población que lo requiere durante la transición y acompañando esta medida con estrategias económicas racionales que permitan la recuperación de la confianza perdida, un factor fundamental sin el cual ninguna medida parcial atenderá adecuadamente el problema.
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