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jueves, 6 de abril de 2017

Sube el telón, baja el telón. Por Laureano Márquez


Laureano Márquez Blog / Editorial Tal Cual

Sube el telón:

Aparece un TSJ nombrado en procedimiento exprés por los diputados de una Asamblea Nacional cuyo partido mayoritario acaba de ser derrotado contundentemente en las últimas elecciones y que aprovecha los restantes días de su agonizante gestión para afanarse en tal nombramiento, que, además, se realiza violentando la normativa sobre la materia. Es decir, nótese, percíbase, evidénciese una clara intención de ventajismo al colocar magistrados de probada lealtad al partido gobernante y por ende al presidente de la República.

Tómese en cuenta que las siglas aludidas suelen ser abreviatura de “Tribunal Supremo de Justicia”. Esto es, tribunal sobre el cual no cabe otra posibilidad superior de apelación y de justicia, concepto este último cuya alegoría es una dama ciega, representando a la diosa romana homónima, que a su vez nos remonta a los griegos y antes que ellos a la Isis egipcia y más allá, en el fondo de los tiempos, a la diosa Maat.

La dama en cuestión suele representarse con los ojos vendados, como emblema de la imparcialidad, de que debe ser impuesta objetivamente sin miedos ni favoritismos; con unos platillos de una balanza de la cual ella es el fiel, por tanto garante de la equidad; lleva una espada de dos filos en su mano, símbolo de la fuerza para cumplir sus designios, pero también de la razón. La diosa Iustitia, pues, no mira quién está en cada platillo, ella solo registra el peso de los argumentos que la razón esgrime; nunca tan bien dicho, ya que la esgrima es el arte del manejo de la espada. Baja el telón.

Sube el telón:

Aparece el mismo TSJ tomando decisiones que sospechosa y continuamente favorecen solo y de manera exclusiva a un solo plato de la balanza, descomiéndose en el alma de los millones de electores -recuérdese que la soberanía reside en el pueblo- que estando en el otro platillo, sin importar lo que pesen, no logran mover el fiel de la balanza ni un milímetro partido por la mitad para su lado. Las decisiones del TSJ anulan, inutilizan y suspenden las actividades de la Asamblea Nacional recién electa, le impiden cumplir con sus funciones, siguiendo claras instrucciones del jefe del Estado, que ya ni cuida las formas a la hora de ordenar al TSJ lo que tiene que hacer.

No contento con tener la asamblea boqueando y en el suelo, el TSJ decide -en acto de injustificado ensañamiento- caerle a patadas a quien yace en el piso inconsciente y les confisca las atribuciones. La sociedad internacional, que suele reaccionar siempre cuando ya no hay nada que hacer, reacciona y declara que se ha producido eso que de tanto uso y abuso ya no se sabe qué es y a lo que suele llamarse, a falta de nombre más preciso: “golpe de Estado”. Le colocan incluso un nombre personalizado: “el Madurazo”.

La acción es de tal cota de descaro, que hasta la fiscal de la República, que lleva todos los años de su gestión sin decir “esta boca es mía”, ante los cientos de miles de violaciones al Estado de derecho y a los derechos humanos, se siente obligada por la coyunda de la moral a emitir su opinión desfavorable a la sentencia última del TSJ, una sentencia que -dicho sea de paso- poco añade a las anteriores. Baja el telón.

Sube el telón:

Aparece el presidente diciendo que “gracias a su intervención” pudo resolverse el “impasse” que se presentó entre los “poderes autónomos”. Se reúne una cosa llamada “Consejo de Defensa” y “exhorta al Tribunal Supremo a revisar sus decisiones”. Tómese en cuenta que las decisiones de un tribunal no pueden ser revisadas sino por un tribunal superior y tratándose del “supremo”, solo pueden ser revisadas por el supremo de los supremos, es decir: Dios, de donde se desprende que Dios es alto, tiene bigotes y baila salsa. Baja el telón.

¿Cómo se llama la obra? Teatro Supremo Judicial.


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