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jueves, 13 de junio de 2013

Sobre Globovisión. Por Macky Arenas

Mientras unos acumulaban ganancias... Zuloaga luchaba por mantener al aire el canal

MACKY ARENAS | EL UNIVERSAL

Cuando se anunció la venta de Globovisión, no me tomó por sorpresa. Para todos los que allí hemos compartido dichas y sinsabores no podía ser un "tubazo" el cambio de manos del canal, sencillamente porque eso estaba decretado desde el momento en que este gobierno nos declaró "objetivo revolucionario".

Una cosa es salir de un canal por conveniencia y otra dejar una empresa porque se hace imposible de operar. Una cosa es cuidar hasta el final lo que desde siempre ha sido, un proyecto asumido como responsabilidad civil, de patria, y otra acceder a una "digna quiebra".

Dos alternativas

En Venezuela, bajo este régimen, sólo existen dos alternativas: plegarse o desaparecer. Plegarse siempre fue impensable para Globovisión. Significaba claudicar nuestra línea editorial y eso nunca fue una opción. Ello supuso soportar una seguidilla interminable de averiguaciones administrativas, procesos judiciales, multas impagables, acoso ininterrumpido, hostilidad sostenida verbal y física, además de persecuciones desde el poder sin principio ni fin. Aparte de todo esto, teníamos un deadline con el vencimiento de la concesión, así como un dardo en el corazón: la exclusión de la parrilla digital. Quedaba sentarse cómodamente ante un televisor a esperar el apagón analógico.

El obligado exilio del presidente de Globovisión nos colocaba en desventaja. A nadie se le puede pedir que gerencie una empresa de 500 empleados, hostigada desde todos los flancos, a distancia. No obstante lo intentó y se hizo por un tiempo tan largo como la incertidumbre que gravitaba sobre el canal. Aún, colocó en riesgo el cierre de la negociación el exigir cumplir con la pasada campaña electoral hasta el final. Su hijo Carlos Alberto hizo un dedicado trabajo, pero se enfrentaba a un dictamen perverso: los Zuloaga debían dejar el canal, so pena de enterrarlo con ellos.

Capitanes

Era el momento de pensar como capitanes de empresa, sobre dejarla naufragar o ejecutar una maniobra de salvamento y mantener los empleos y la empresa a flote. Hoy, la ventana sigue abierta. ¿Por cuánto tiempo? El tiempo dirá. Así es en autoritarismo, por si alguno duda del estatus político en este país.

Guillermo Zuloaga estuvo en la presidencia de Globovisión por casi dos décadas. Durante ese tiempo es mucha la causa que se defendió, mucha la gente que se cobijó bajo ese paraguas solidario, mucha la iniciativa que floreció a la sombra de ese amparo, mucho el empresario, el político y el ciudadano que encontró asidero en una pantalla que se diferenciaba claramente de aquellos pasquines cautivos que alumbraban otros focos.

Zuloaga nunca vaciló a la hora de hacer frente a las arremetidas del poder que pretendían silenciar las voces independientes. Me resulta imposible no salir en su defensa ante tanto detractor desconsiderado.

Guillermo Zuloaga mantuvo una empresa que por casi dos décadas logró cambiar el mapa comunicacional del país. Globovisión fue el primer canal que hizo de la noticia la protagonista de las 24 horas del venezolano. El canal que cambió la percepción que teníamos de nuestra cotidianidad. El final llegó cuando ya no se podía más. Ignorarlo es negar que existen límites y que esos límites están establecidos cuando las condiciones de posibilidad se extinguen, bien sea porque se agotan los escenarios o no se cuenta con apoyos.

Globovisión no será más la misma. No es realista pretenderlo. Si proclamamos y respetamos la propiedad privada, es preciso asumir que hoy Globovisión tiene nuevos dueños. Pero mientras allí permanezcan compañeros que por años compartimos el mismo sueño, me será vedado arremeter contra ese canal.

Decisión gerencial

En verdad me espeluzna leer y escuchar a quienes se rasgan las vestiduras porque Zuloaga tomó una decisión gerencial en el momento en que consideró debía tomarla. O a quienes tienen la osadía de cuestionar la personalísima decisión de irse o permanecer en el canal. Unos salen al público sin meditar a usar la tinta roja. Otros murmuran en pasillos lo que no se atreven a decir públicamente. Pero, ciertamente, todos víctimas de esta especie de desarraigo que impide ser solidarios con el que resiste hasta que ya no le es posible... sin siquiera tener la cortesía de reconocer lo que hizo hasta cuando pudo. Esta Venezuela revolucionaria ha conseguido que ignoremos la circunstancia de cada quien y lo lancemos al escarnio público de la manera más cruel -como proyectando propias tragedias- hasta ser indiferentes al drama personal del que sale del juego. Por eso hacemos más difícil ganarlo.

Declaro mi inalterable admiración, respeto y amistad por Guillermo Zuloaga. Sé que muchos de mis compañeros comparten este sentimiento porque valoramos lo que hizo y comprendemos lo que tuvo que hacer. Hay mucho extremista vociferando que palidece ante el historial cuajado de realizaciones y también de agresiones contra Guillermo Zuloaga. Mientras unos acumulaban ganancias, habidas de un día para otro, Zuloaga luchaba por mantener al aire un canal que señaló caminos en este país, sin un céntimo del gobierno. El día en que botemos el lastre de tanto barril de mezquindad, de seguro encontraremos caminos para el diálogo franco, respetuoso y hasta fraterno

¿Vaso comunicante?

Igualmente, me resulta difícil digerir cómo es posible que Leopoldo Castillo haya sido, hasta antier, un ancla digno de la más elevada consideración y, por aceptar fungir de vaso comunicante entre los nuevos dueños y los trabajadores del canal amanezca, de un día para otro, como blanco de los mayores improperios. Me alarma la desconsideración de que es objeto. Leopoldo ha sido y es una referencia indiscutible dentro y fuera del canal. Se lo ha ganado a fuerza de trabajo y de consecuencia. Su decisión es tan autónoma y respetable como aquella de quienes han resuelto separarse del canal. Su opción es legítima y le asiste todo el derecho. Tomarla y asumirla con valentía, en medio de obvias incomodidades, no lo convierte en un ser a quien hay que hostilizar. Leopoldo es el mismo como lo es Zuloaga. Mismo discurso, misma actitud, mismo programa, mismo equipo y mismo compromiso. Encuentro obsceno enfilarle las baterías.

Libertad de expresión

En lo personal, estoy clara en que, si la tan pregonada necesidad de preservar espacios de acción en puestos políticos es procedente, mucho más lo es en posiciones emblemáticas para el cuido de la libertad de expresión, esa que vela y protege la vigencia de las otras libertades. Si somos coherente, eso aplica. Por eso, si algo puede desentonarme, es tan solo el escándalo y la estridencia. En este caso, califican como ruido molesto.

Finalmente, como soy creyente, estoy persuadida de que Dios hará justicia. Sé que el Señor de la Historia colocará a cada quien en su puesto. Y si algo agradezco, es que Él ha tenido a bien disuadir a quienes podrían haber intentado la inútil empresa de unir mi voz al coro de desatinos, e inspirar mi entendimiento para no callar lo que debo decir y aportar mi respaldo a quienes lo merecen.

@mackyarenas

mackyar@gmail.com




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