Al próximo que introduzca en su discurso electoral a Dios, Diosito, Nuestro Señor... le cae
LUIS VICENTE LEÓN | EL UNIVERSAL
Antes que nada quiero aclarar que soy un católico convencido y practicante en términos de las tradiciones y celebraciones de la Iglesia, aunque un tanto remolón en el tema de los domingos y enfrentado a la decisión eclesiástica de luchar contra uso del condón, pensando en las santas funciones que esa gomita mágica puede tener para mis hijos en el futuro.
Mi relación con la Iglesia es potente. Crecí convencido de que había venido al mundo con una misión. Mi mamá es de Tovar y mi papá del Valle del Espíritu Santo. Y usted dirá: ¿y qué carrizo tiene eso de especial, más allá de que estos tórtolos parece que tenían la brújula perdida?
Pues se equivocan. La patrona de Tovar es la Virgen de Regla y la de Margarita la Virgen del Valle, y a este par de señoritas las une que su día se celebra el 8 de septiembre, generando sendas rumbas en la ferias de Tovar y el Valle, de la que siempre me tenía que perder alguna.
Mi mamá me crió con la convicción de que eso no podía ser casualidad y eso marcó mi vida porque obviamente estaba "predestinado". Sólo hace unos pocos años la madre superiora del María Auxiliadora, una monja inteligente y retaquita que fue mi alumna en IESA, al oír mi historia sobre las dos vírgenes, se murió de la risa y me desinfló de un jalón: "resulta que el 8 de septiembre no es sólo el día de la Virgen de Regla y del Valle, sino que ese es el día de la Virgen María, en total". Es decir que mis vírgenes no son ni siquiera estas irreverentes que se aparecieron el día que les dio la gana (y que se me hacen tan interesantes), sino que son más bien del tipo convencional.
En todo caso, expresada mi especial conexión personal con la Iglesia y sus vírgenes, vengo entonces a hacer una declaración formal y espero que mi pana, Monseñor Porras, no me recrimine por esto: al próximo líder político venezolano que introduzca en su discurso electoral a Dios, Diosito, Nuestro Señor, Jesucristo, Santo Niño de Atocha, Virgen de la Caridad del Cobre, de la Chiquinquirá, del Valle, de Guadalupe, de Betania, de Begoña, de Aparecida o la mismísima Virgen de la Leche... le cae.
Más allá de la autenticidad de su fe, a la que tiene derecho cualquier persona, la verdad es que tratar de sustituir la responsabilidad que tiene un político de enfrentar los problemas de la comunidad lanzando un cómodo: "Dios está con nosotros" o "tranquilos que este es un país bolivariano, chavista y Jesuscristiano" o "el tiempo de Dios es perfecto", es algo que me las tiene acatarradas.
Es inaceptable que en un país donde los concursos más exitosos podrían ser algo así como: "sal a una fiesta y trata de que no te secuestren" o "esquiva los tiros en el barrio sin que te dejen tuerto" o "quien aguanta más sin dejar salir a sus hijos adolescentes el viernes en la noche", resulta que la respuesta es "que la virgencita nos ayude".
Apartando lo ridículo que se ven los políticos, hechos y derechos, con el discursito religioso que les pega tanto como un bikini a un Oso Polar, me parece una falta de respeto que la gente que reza por su vida y por sus hijos, desesperados porque no saben qué otra cosa hacer, tengan que ver, atónitos, que sus líderes no son capaces de hacer nada distinto, ni creativo ni práctico para atender el problema. Y uno se pregunta: ¿y no sería mejor, cabeza de ñame, que estuvieras buscando mecanismos para que los desgraciados que salen a diario a matarnos, secuestrarnos o robarnos eleven exponencialmente su riesgo y terminen donde deberían terminar, sin que nadie "los ampare, los libre y los favorezca"?
Estoy pensando seriamente escribir un libro que se titule: el discurso político-religioso en Venezuela... y la madre que lo parió.
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