Esperamos que nuestra eficiente AN pronto apruebe algún acuerdo repudiando la acción rusa
ADOLFO P. SALGUEIRO | EL UNIVERSAL
Imperio es imperio. Cruda verdad que se sustenta en innumerables casos de la historia pasada y actual. No estamos hablando aquí del tan mentado "imperio norteamericano" que tanto pretexto ha brindado a Chavez/Maduro & Co. sino del "imperio ruso" que ejerce su vocación global con mayor sinvergüenzura e intensidad que su similar basado en Washington.
Rusia, ha sido y sigue siendo el país más extenso del planeta abarcando nueve husos horarios que le permiten llegar desde el Mar Báltico hasta el del Japón y desde el Ártico hasta el Mar Negro albergando ciento cuarenta y cinco millones de habitantes en sus diecisiete millones de kilómetros cuadrados. Como es de suponer en tan gigantesco tamaño coexisten -no sin ciertas tensiones- diversos grupos étnicos, lenguajes e intereses cuya coordinación y convivencia ha sido históricamente difícil de administrar antes y ahora también. A lo mejor es por eso que muchas de las grandes figuras de la historia rusa reúnen en sí rasgos de cruel brutalidad mezclados con logros o pretensiones expansionistas a veces con algún toque civilizador: Pedro el Grande, Catalina, Stalin y ahora el inefable "camarada Putin", aquilatado "pana" del Gigante de América conocido también como Comandante Eterno.
Don Vladimir no ha recurrido a mucha retórica ni a preciosidades jurídicas para definir cuál es el "interés nacional" de Rusia sino que se ha limitado a solicitar y obtener permiso del Parlamento de su Federación para llevar a cabo más o menos las mismas cosas que los señores de Washington han solido hacer tal vez con algo más de elegancia.
No se trata en estas líneas de analizar las "razones de Estado" que pudieron impulsar a Putin a ignorar el derecho internacional situando tropas en territorio de una nación independiente (Ucrania); la defensa de las minorías étnicas y lingüísticas, de las bases militares, el acceso al estratégico Mar Negro, etc., sino de resaltar el comportamiento de las izquierdas nacionales e internacionales que una vez mas -como siempre- justifican u olímpicamente ignoran las violaciones que jamás perdonarían al otro "imperio".
El caso que nos interesa es el de Venezuela cuyos gobernantes, tan prestos ellos para condenar las intromisiones imperialistas reales o imaginarias de Washington, han mantenido la boca bien cerrada -y en casos hasta justificado- el hecho de que una nación poderosa extienda su bota militar sobre un vecino al cual -de paso- han venido chantajeando desde hace años con el suministro petrolero y de gas. Nada dicen ni el "hijo de Chávez" ni sus carnales Raúl Castro, Ortega, Correa, Evo y demás fauna clientelar acerca de una violación tan grosera como tampoco condenan la flagrante traición de Edward Snowden que para ellos luce patriótica al revés que ocurre con quienes se van de Cuba revelando algún secreto tropical.
Este columnista espera que nuestra eficiente Asamblea Nacional pronto apruebe algún acuerdo repudiando la acción rusa como lo hubiera hecho si Washington se atreviera a tocar con un pétalo de rosa a algún otro miembro de la comunidad internacional y -más aún- si fuese de izquierda.
apsalgueiro@cantv.net
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