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martes, 11 de noviembre de 2014

Los empresarios temerosos. Por Roberto Giusti


ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL

Una de las victorias sicológicas fundamentales del chavismo, en todos estos años, ha consistido en sembrar, con abundante cosecha, la máxima según la cual "ser rico es malo". A partir de esa noción se ha creado un falaz estereotipo que impacta negativamente sobre un principio básico de la actividad productiva: el afán de lucro. Y ha sido tan poderoso, tan abarcador y tan convincente el mensaje propagandístico sobre la que se sustenta tal premisa, que hasta los mismos sujetos de la condena, es decir, los empresarios, se la han creído. No sé si movidos por el temor, buscando ganar tiempo o convencidos efectivamente por el argumento, muchos de ellos, bien sea tácita o explícitamente, caen en la autoflagelación, negándose a sí mismos, cuando el beneficio legítimo no solo es un derecho, sino condición insoslayable para hacer rentable y eficiente cualquier actividad productiva.

Que el capitalismo es un sistema explotador del hombre por el hombre, resulta, por cierto, una verdad inocultable. Que muchos empresarios especulan con los precios, también es cierto. Que el ritmo de producción capitalista y el consumismo desatado entran en contradicción con la necesidad de conservar el medio ambiente y los recursos naturales, no se puede negar. Pero en el socialismo real las condiciones de vida de los trabajadores era peor, la especulación reinaba con el desvío de los bienes hacia el mercado negro y las normas ambientales, que ni siquiera existían, eran violadas a placer por una clase dominante sin ningún tipo de contrapeso. En un sistema democrático donde existe la propiedad privada, con una economía de mercado en pleno funcionamiento, ajustada a las leyes, existe la responsabilidad social, los sindicatos defienden los derechos de los trabajadores y es posible adecuar la producción de bienes y servicios a ritmos capaces de satisfacer la demanda, al tiempo que se protege el medio ambiente y se exploran fuentes alternativas de energía.

Lo que no puede hacerse es optar por la autocondena o el disimulo imposible ante un supuesto delito que no es tal. Todo lo contrario, hay que reivindicar los derechos económicos ante una economía donde el Estado es dueño y señor y se entroniza una casta a que, a diferencia de los empresarios, produce muy poco y muy mal y cuya actividad económica se limita a administrar empresas estatales que solo arrojan pérdidas. Hace ya bastante tiempo Deng Xiao Ping echó por tierra el axioma de la revolución cultural china según el cual "es mejor ser pobres bajo el socialismo, que ricos bajo el capitalismo". Los chinos, movidos por el fundador del capitalismo en su país, invirtieron los términos del lema y comprendieron lo que luce como una contradicción, pero el afán de lucro, esa cosa horrible que presuntamente fomenta el egoísmo y "el individualismo pequeño burgués", termina siendo garantía básica del empleo y del bienestar.

@rgiustia


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