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sábado, 13 de junio de 2015

Escándalo de la FIFA: un gol al chavismo. Por Fabio Rafael Fiallo


Fabio Rafael Fiallo / El Nacional

Al chavismo no han de faltarle motivos para inquietarse por el escándalo de corrupción que sacude a la Federación Internacional de Fútbol Asociado, FIFA –corrupción develada por las autoridades judiciales estadounidenses y que ha dado lugar a la detención en Zúrich de personajes de alto rango de esa federación y a la dimisión de su presidente.

Aunque Hugo Chávez y sus epígonos no tengan nada que ver con ese escándalo, cabe recordar que el “comandante eterno” otorgó en 2007 nada menos que la Orden Francisco de Miranda en su Primera Clase tanto a Rafael Esquivel, presidente de la Federación Venezolana de Fútbol hoy detenido en Zúrich, como al presidente de la FIFA, Joseph Blatter.

A decir verdad, esta no fue, ni mucho menos, la única distinción desatinada que otorgara el fundador del movimiento bolivariano. Hubo otra por la que los venezolanos están pagando un tributo descomunal, a saber: la designación de un sucesor que en un par de años ha barrido con cuanto avance social en materia de reducción de la pobreza el chavismo se ufanaba de haber logrado.

Lo más inquietante para los actuales jerarcas del chavismo es el hecho de que la forma de actuar de la justicia estadounidense en el caso de la FIFA hace presagiar lo que dicha justicia podría estar fraguando contra miembros del régimen venezolano a quienes les atribuye vínculos con el narcotráfico y la corrupción transnacional.

Al ver cómo figuras eminentes de la FIFA que se creían intocables aguardan su extradición a Estados Unidos en cárceles helvéticas, no son uno ni dos los personajes del régimen madurista que no se aventurarían a aterrizar en un país susceptible de aplicar alguna orden de arresto internacional en su contra. Tal temor es tanto más comprensible cuanto que existe el precedente del general Hugo Carvajal, ex jefe de inteligencia de Chávez, detenido en Aruba en julio del año pasado a pedido de la justicia estadounidense y puesto finalmente en libertad sobre la base de una supuesta inmunidad diplomática.

Otro motivo de temor para la cúspide del chavismo proviene de la posibilidad de que las autoridades estadounidenses logren atrapar algunos de los implicados en el narcotráfico y el lavado de dinero. Pues, como generalmente ocurre en esos casos, quienes caigan en las garras de la justicia estadounidense podrían mostrarse propensos a aceptar un acuerdo como los llamados “sweetheart deals”, es decir, pactos que le permiten a un acusado obtener una pena reducida, o incluso una absolución, a cambio de ayudar a la justicia estadounidense a descubrir, inculpar o encarcelar a sus cómplices.

A modo de ejemplo de ese tipo de reacción, es útil mencionar el caso de Jack Warner, ex vicepresidente de la FIFA nativo de Trinidad y Tobago, quien amenazó con decir todo lo que sabe tan pronto se enteró de que la justicia estadounidense lo estaba buscando.

Por otra parte, habiendo constatado que el régimen venezolano pierde a la carrera apoyo popular y aprobación internacional, uno que otro funcionario venezolano podría saltar la talanquera y emular a Leamsy Salazar, jefe de seguridad y asistente personal de Hugo Chávez, quien escapó a Estados Unidos para proporcionar a la justicia estadounidense detalles de la corrupción reinante en las altas esferas del gobierno bolivariano.

Con tantos riesgos que enfrentar, no sería nada sorprendente que la paranoia termine apoderándose de ciertos miembros de la cúspide madurista, quienes llegarán a desconfiar de sus subalternos y tratarán de “neutralizar” a potenciales delatores, encerrándolos en una cárcel por crímenes supuestos o reales para impedirles así escapar del territorio venezolano.

Más peligroso y explosivo aun que la desconfianza entre jerarcas y subalternos es lo que podría ocurrir en el seno mismo de la cúspide gubernamental. ¿Por qué, se preguntarán algunos miembros de dicha cúspide, hipotecar nuestro poder protegiendo a los corruptos descubiertos por la justicia del imperio?

El golpe de gracia para tal o cual personaje del chavismo podría provenir del régimen cubano, que trataría de aprovechar la suspicacia reinante para deshacerse de los caciques bolivarianos que no gozan de su entera confianza.

Para comprender cabalmente la forma en que Cuba podría actuar a este respecto, recordemos el caso del general Arnaldo Ochoa, jefe de las tropas cubanas en África, quien fue condenado a muerte y fusilado por el régimen castrista, entre otras razones para evitar que Estados Unidos metiese sus narices en los nexos de dicho general con el narcotráfico internacional. Y para nadie es un secreto que el castrismo cuenta en Venezuela con agentes capaces de ejecutar cualquier tipo de órdenes que reciban, por más escalofriantes y macabras que sean.

Por supuesto, los caudillos que corren el riesgo de ser sacrificados por el régimen castrista o sus adláteres venezolanos no van a dejarse llevar, cual mansos corderos, al matadero político de la revolución bolivariana. Con toda seguridad van a defenderse por todos los medios, sin importarles los estragos políticos y materiales que puedan ocasionar.

Así, pues, antes incluso de dar a conocer oficialmente los nombres de los miembros del régimen venezolano bajo investigación en Estados Unidos, y por el simple hecho de haber desencadenado la redada de Zúrich contra personalidades de la FIFA, la justicia estadounidense habrá contribuido a resquebrajar, más de lo que estaba, la cohesión del movimiento político creado por el difunto “comandante eterno”.


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