Thays Peñalver / El Nacional
“Hace 22 meses –nos explicaba Fidel Castro el 29/06/2002– la situación de la educación primaria de la capital era desastrosa: una evaluación de la calidad de la educación reveló que sus niños no alcanzaban los conocimientos del grado con la calidad y celeridad necesarias. Muestra de ello es que en el cuarto grado se alcanzó 43,3% de respuestas correctas en Matemática y 53,5% en Lengua Española. En Cuba los maestros más decisivos, los de más frecuencia semanal y los que más escasean son los de Matemática y Español, a los que se añaden los de asignaturas de tanta importancia como Historia, Física e Inglés. De las 164 escuelas secundarias, le faltan 153 profesores de inglés más o menos. En el resto del país 90% de los alumnos tienen a alguien allí delante, aunque no sea profesor de inglés, alguien que sepa algo de inglés, no están solos”. Y eso era a escasos metros de Fidel, en la capital.
Seguía contando Fidel: “De las 8 horas que deben alcanzar, solo se logran seis. Solicité a un alto funcionario que me expresara con toda honestidad, qué por ciento del contenido se impartía a los alumnos. Y me respondió con entera franqueza: ‘45%’. Otras personas me dijeron con claro escepticismo que, a su juicio, era no más que un tercio. Aprendían, aproximadamente, entre 20% y 25% de los contenidos del grado” (Fidel dixit). Aquello pasaba dentro de la isla y Fidel desgranaba su verdadera realidad. Pero, de pronto, el mundo ausente de esos discursos, celebraba nada menos que un premio a Cuba por tener la “quinta mejor educación” del planeta. Unos niños que tenían una calificación de 08 puntos en Matemáticas y 10 puntos en Lengua Española, sin suficientes profesores y que, de acuerdo con los expertos cubanos, solo aprendían entre 25% y 45% de lo necesario, de pronto superaban a los alemanes o a los japoneses y por mucho a los canadienses o franceses en calidad de la educación.
Aquello fue muy simple, el informe de la Unesco que demostraba que Castro tenia la quinta mejor educación del planeta estuvo bajo el control del gobierno de Cuba; la que buscó “aleatoriamente” las escuelas y lo certificó fue una Unesco muy particular, porque el “experto imparcial” y “observador internacional” que estudió los resultados fue exviceministro de Educación de Daniel Ortega en Nicaragua, un fidelista a carta cabal y parte importante de la revolución sandinista. Así que usted puede creer en el premio, o puede creer en las confesiones de Fidel Castro.
Lo que nos lleva a la FAO y cómo “Venezuela superó el hambre”. De acuerdo con las cifras oficiales, el venezolano hoy come 6,3% menos cereales que en 2003; 1,6% menos tubérculos, raíces y otros feculentos; 4,71% menos leguminosas; 6,57% menos hortalizas; 4,32% menos carnes, y 29% menos pescados. El quintil más pobre come 10,8% menos que en 2003, y el quintil intermedio come también menos (11,47%). Así que las cifras oficiales, que constan en la FAO, demuestran tajantemente que o nadie las ha leído o que algo raro está pasando allí. Lo que nos lleva a la otra verdad, la producción, también basada en cifras oficiales que reposan en la FAO. Demuestran que la producción de ganado vacuno per cápita se redujo -17,49%; la de maíz, -11,49%; la de café, -23,85%, y la de plátanos en un increíble -49,66%. El arroz per cápita apenas creció 3,52%, y la producción de pollo, 6,69%. Los únicos 2 rubros que destacan son la producción de carne de cerdo, que creció 18,26%, y la de leche, 44,76%. En materia de producción de alimentos en total, el campo creció 4,56% per cápita y la pregunta es lógica: ¿cómo se superó el hambre si estadísticamente no comemos más, ni producimos más?
El asunto fue muy simple, las cifras oficiales también dan cuenta de que hasta 2010, luego de 11 años en el poder, el venezolano comía exactamente lo mismo, 2.235 calorías promedio, bastante por debajo de las de Luis Herrera (prom. 2.512), Lusinchi (2.468) y aun por debajo de CAP (2.256); es decir, durante 10 años el gobierno no había alcanzado la suficiencia plena y comía casi lo mismo que con Caldera. Faltando apenas 5 años para alcanzar las metas, la única solución para “superar el hambre”, fue importar los alimentos, y si hasta 2005 las importaciones no superaron los 4.000 millones de toneladas (netas de alimentos) que representaban 40% de las calorías que se consumían, la locura para cumplir con las metas a realazos fue la de importar nada menos que 8.600 millones de toneladas equivalentes a 70,2% de las calorías consumidas, sin siquiera importarles el daño que le harían a la producción nacional. Cifras que también reposan en la FAO.
Como ocurrió en la ONU recientemente cuando Venezuela tuvo que defenderse frente a un grupo de verdaderos expertos independientes, no hay cifras oficiales entregadas que permitan siquiera suponer que “Venezuela superó el hambre”, solo que las ocultó con importaciones insostenibles, mucho menos la pobreza, pero quienes le firmaron el premio fueron otros “independientes”, un exministro de Lula Da Silva y un exfuncionario de Cristina Kirchner, junto con varios independientes más de Cuba, Bolivia, Ecuador y Nicaragua. De allí que el nombre del programa de alimentación de la FAO para el ALBA, financiado por decenas de millones de dólares de Venezuela, llevara el nombre de Hugo Chávez. Mi opinión es que debería llevar el nombre de Fidel Castro, quien enseñó magistralmente a los demás cómo hacer trampas en los exámenes y que encima le den premios a los tramposos.
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