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miércoles, 15 de julio de 2015

Maduro: O dialoga o se lo lleva quien lo trajo. Por Daniel Asuaje


DANIEL ASUAJE | EL UNIVERSAL

Jorge Roig, declaró el sábado 11 de este mes a la prensa que el gobierno no tiene intención de dialogar, lo cual no es nada nuevo en el chavismo. Esta negativa del gobierno tira por la borda una buena oportunidad de bajarle la presión a la situación país. Cualquiera entiende una actitud prepotente cuando se tiene la balanza a favor y hasta el lujo de no dialogar con sus oponentes. Así pasó cuando Chávez tenía el 80 por ciento de popularidad y la chequera llena de dólares. Pero es difícil de entender negarse en medio de la mayor crisis en la historia del país, estando cuestionado internacionalmente por corrupción, narcotráfico y vinculaciones sospechosas con agentes terroristas, en tensión con los países vecinos, con fuertes desafíos internos a su liderazgo y un rechazo del 80 por ciento de la población. Una actitud tan arrogante y desproporcionada y una petición de diálogo tan reiterada, a pesar de las negativas, sólo puede ser entendida adentrándose en los mapas mentales de los actores.

Todo tiene que ver visiones muy diferenciadas de entender y hacer política. Para la mayoría de los opositores el ejercicio de la política dice relación con la construcción de una sociedad democrática y, por ello, con la tolerancia y concertación con quienes tienes visiones diferentes. Sólo cuando las diferencias saltan la institucionalidad, rompen las reglas del juego y se hacen irreconciliables, el juego del poder se transforma en confrontación: es la continuación de la política con otros medios, según palabras de K. von Clausewitz. Para el chavismo la política es la más bien la guerra por otros medios, su propósito es la instauración de una sociedad revolucionaria a troche y moche, aunque la sociedad no quiera esa medicina para sus males. La acción de gobierno es una guerra destructiva de lo viejo y sus creadores, cuyo resultado es la producción de una uniformidad intolerante con lo distinto. Por ello, mientras los opositores asumen estar en el terreno de la política, los chavistas se sitúan en el terreno de la guerra. Los opositores entienden que deben concertar, cooperar y negociar con el gobierno. El chavismo entiende que hay que liquidar a quienes ellos declaran como sus enemigos y casi está logrando acabar con todo, incluyendo al propio chavismo en esta vorágine pulverizadora.

Hay una situación de crisis, pero para el chavismo ella es la consecuencia de la tenaz oposición a instaurar el socialismo, hay crisis porque no hay socialismo pleno. Para los opositores es el resultado de querer imponer a como dé lugar un modelo socialista autoritario y estatista. Hay crisis por estar contrariando las leyes de la economía, en particular las de la economía de mercado. Donde unos ven crisis de gobernabilidad los otros ven saboteo, resistencia al nuevo orden. Donde unos ven necesidad de reanimación de la economía, otros ven la urgencia de acabar con los vampiros capitalistas.

Lo anterior pone de manifiesto la mayor dificultad para un dialogo gobierno-oposición: ambos bandos hablan el mismo idioma castellano, pero no hablan el mismo lenguaje político. Términos como democracia, autodeterminación, soberanía, justicia, separación de poderes, libertad de expresión, lealtad, reconocimiento a la autoridad, desestabilización, protesta, patria y una casi interminable lista, tienen significados distintos para uno y otro. Por cierto la palabra diálogo también está en este listado y significa para el chavismo rendición, mientras que para los opositores, concertación. Este gran desencuentro semántico obliga a cualquier tentativa de diálogo a contar con un facilitador o mediador entre las partes y también a tener buenos traductores, tal como es usual en foros de diálogo cuando las partes no hablan el mismo lenguaje.

Para que un diálogo se produzca se requiere que las partes estén de acuerdo en su necesidad y como vemos para una de las partes no es una opción en su panorama. Los regímenes autoritarios no suelen ser muy proclives a ello. Hitler, Mussolini y Gaddafi, antes que dialogar, murieron. Para ellos era lo mismo rendirse. También los fundamentalistas tienden a tener posturas análogas, Allende, Mandela y Ghandi así lo testimonian.

Pero lo anterior no niega la existencia de puentes. Sectores chavistas y opositores han conversado sobre una eventual transición. Sabemos que tras bastidores se han cruzado y negociado concesiones, como cuando en pleno estallido de la rebelión tachirense Maduro pidió a Capriles que les hablara a sus partidarios para bajar la presión en el país. Capriles no cedió. Mucho se ha dialogado en secreto en pro de medidas humanitarias. Pero son cosas puntuales, no la crisis como tal.

El gobierno no ve las consecuencias de sus políticas. A Luis XVI le pasaba igual, sólo se dio cuenta de la realidad de su caos cuando las iracundas turbas parisinas interrumpieron su cena en Versalles. Ojalá las aguas no nos lleven hasta esa orilla. Amén.

dh.asuaje@gmail.com


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