DANIEL ASUAJE | EL UNIVERSAL
Los resultados del 6D demolieron algunos mitos e hicieron surgir otros. Comencemos con las leyendas urbanas demolidas. La primera es que "gobierno no pierde elecciones" o su versión más radical "dictadura no sale con votos". El resultado electoral a favor de la oposición es tan abrumador que huelga cualquier comentario. Una hermana de esta leyenda es la del fraude electrónico, las maquinas trucadas o que desde Cuba, y a través del cable submarino, en cada elección el oficialismo torcía telemáticamente la voluntad popular. Curiosamente del lado chavista surgió esta vez la leyenda de un portaviones gringo torcedor electrónico de los verdaderos resultados en favor de la oposición.
El de la supuesta incompetencia de la MUD pasó por ahora a mejor vida. Si la MUD no hubiese entrenado tan elevado número de testigos de mesa y vigilantes de los votos, otro habría sido el resultado. No basta con un tsunami electoral, es necesario cuidar los votos antes de la elaboración de las actas. No reconocerle a la MUD su heroico trabajo es un signo de mezquindad o de miopía política, que es más grave aún. Gracias a Falcón, Borges, Capriles, Leopoldo, Chúo y especialmente a su arquitecto R.G. Aveledo y a los miles de voluntarios que sumaron sus esfuerzos, este triunfo fue posible porque conjuró aquello de que "acta mata votos" mediante la tenaz auditoría selectiva realizada. Con ello también se pone en entredicho "la necesidad de auditar todas las urnas electorales para saber quien ganó". Ciertamente no es necesario, pues de la misma manera que "no hay que tomarse toda la sopa para saber a qué sabe" basta un muestreo científicamente realizado para saber de quién es el triunfo. Esto no niega que cuando los resultados son reñidos, ciertamente hay que contarlas todas pues en estos casos cada voto cuenta, como fue el caso de algunos circuitos.
La leyenda mayor es que "el voto no es secreto". El intento fallido de fotografiar el acto de votación es la prueba fehaciente del carácter absolutamente secreto del voto. Las retaliaciones desordenadas, indiscriminadas del oficialismo hacia empleados públicos, vecinos de barriadas y simples ciudadanos es la evidencia de una frustración iracunda que, con palos de ciego, busca dañar y vengar sobre cualquiera sospechoso de haber votado por la oposición, que no por la certeza de saberlo.
Curiosamente con la sepultura de mitos y leyendas urbanas, surgen otras para ocupar los espacios vacíos de estos generadores de angustias y debates de cafetín interminables. Merece destacar en primer lugar aquel según el cual "ganó la derecha" y su hermana gemela "el pueblo dijo no al socialismo". Esto es hilar demasiado fino y atribuirle a unas elecciones una racionalidad que no posee. La abrumadora mayoría no se planteó elegir entre capitalismo vs socialismo. Ni siquiera votó contra las políticas de agricultura de puertos, desorden cambiario, excesivo gasto público o impresión de dinero inorgánico. El grueso del electorado simplemente votó contra sus efectos: la inflación, el desabastecimiento, la corrupción y por supuesto también contra la inseguridad. Votó sí contra quienes tienen la responsabilidad política de estos hechos. Es una manera colectiva de decir "¡es la economía, la corrupción y la inseguridad, estúpido!"
Otro mito es "el chavismo murió". Nada más ajeno a la verdad. Con más del cuarenta por ciento de los votos no se está muerto. Quienes ven al chavismo tan solo como un partido político dejan de ver que más que una organización es una manera de ser, de ver, entender al el país y la relación estado-gobierno. Así dicho suena a teoría política, pero nuestro deseo es aludir a la realidad de un sentimiento político que se expresa mucho más allá de la organización que reclama representarlo. No todo el chavismo está en el PSUV y buena parte es abiertamente no gobierno.
La afirmación según la cual el triunfo se debió a la rabia de los chavistas. Esto es verdad pero no es toda la verdad, pues también la esperanza jugó su papel. Desde la elección presidencial del 2013 a 6D del 2015 la MUD aumentó cerca de 400 mil votos mientras que el chavismo mermó en 2,1 millones de sufragios. El electorado oficialista es más volátil que el opositor y principalmente migra desde el oficialismo hacia los nini. Algunos regresan, otros van hacia la oposición y otros permanecen como apolíticos, antipolíticos o independientes. Aparentemente esos votos perdidos por el chavismo están enmascarados entre los cinco millones de abstencionistas. Un análisis más riguroso ha de tener en cuenta los saldos migratorios entre bloques electorales, los nuevos electores, los fallecidos y los que se fueron del país para saber dónde están esos votos perdidos.
Dejar las ficciones es el camino para una política realista. Cuando desde el chavismo no se vea a todo opositor como enemigo y desde la oposición deje de verse en todo chavista a un reo de culpa, reconstruiremos al país a partir de la esperanza, no de la rabia o el resentimiento.
dh.asuaje@gmail.com
@signosysenales
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