ELIDES J. ROJAS L. | EL UNIVERSAL
No es nada nuevo. El mecanismo infalible lo inventaron los partidos políticos del mundo, los jefes de Estado, los burócratas de traje gris. Pero, como todo el mundo sabe en Venezuela, fue perfeccionado por el chavismo, o lo que queda de él. Ese movimiento socio religioso, pues de político tuvo lo menos, comenzó a morir con la muerte del propio Chávez. Al no haber una obra sólida y de largo alcance que trascienda al fallecido, en poco tiempo pasará lo que ocurre con todos los muertos ordinarios: se olvidan o entran en trance perdedor, pavoso.
Pero, cómo hizo Maduro para acabar con el capital político en votos más grueso de la historia contemporánea venezolana. Dilapidó casi ocho millones de votos que le dejó el comandante muerto en poco más de dos años. Eso se llama batear bien y rápido. Y correr bien las bases. Excelencia, pues. Pero no se trata de una obra individual ni de una genialidad, como seguramente más de un mortal pensará. Seguro dirán "Es que Maduro no es Chávez" o que "ese equipo de gobierno siempre ha sido muy malo. Lo que pasa es que tenían petróleo caro. Y así cualquiera". No. Categóricamente no. No es bueno simplificar las cosas. En el caso del comunismo de tercera venezolano o socialismo bolivariano joropero, la cosa es científica. No es ensayo y error. Los chavistas siguieron el manual de cómo perder una elección o cómo acabar con un gobierno popular, escrito a muchas manos por muchos dictadores o mandatarios comunistas del mundo. La historia simplemente se repite. Veamos, muy por encima, qué dice el manual de los sistemas fracasados. Muy epidérmicamente. No fastidiaremos al lector con los elementos científicos del manual del perdedor. Solamente los lineamientos generales.
Primero: Este es un clásico. Prometa y no cumpla. Y si cumple que sea a medias y tarde. Aunque lo mejor es que no cumpla. A secas. Jamás. No lo haga. Eso dice el manual. Y, ya saben, el chavismo en eso es un artista. La diferencia: a Chávez con su lengua imparable le creían, pero a Maduro no. Maduro genera risa, Chávez también. Pero Chávez era un bromista y encantador de culebras. Maduro no tiene gracia, enreda sus palabras y a veces ni siquiera sabe lo, que dice.
Segundo: Culpe a otros. Al clima, a los terremotos, a los delfines. Al oleaje del Atlántico. Y si su gobierno es de izquierda culpe a los siguientes entes malignos: el imperio, la comunidad internacional, los gobiernos de derecha, la OEA, la ONU, la UE, todas las ONG s que cuiden Derechos Humanos. Culpe. Escurra el bulto. E, internamente, a la oposición, a los empresarios, a las mejores empresas, a los medios. Lo de los medios es medular. Mátelos, escúpalos, tírele zapatos, insúltelos. Es clave que acuse a los medios hasta de los sabañones que le obligan a echarse talco medicado. Si no lo hace, su futuro es corto en el gobierno.
Tercero: Vamos llegando. Vaya a todas las elecciones posibles. Eso sí. Asegurado. Con árbitro apropiado y bajo control. Si los raspan, cosa que ocurrirá tarde o temprano, recuerde que ha estado en el poder más tiempo del que merece. Así que procure salir del problema muy rápido y agarre un avión.
Cuarto: Si se empeña en quedarse, debido a que mide mal el balance de sus mentiras frente a los logros que son infinitamente perdedores, pues ya sabe lo que ocurrirá. Y más cuando ha dejado muertos y presos en el camino. Y cada preso significa un juez o un funcionario delincuente. Mídalo. Y la medida la dan los votos. No otra cosa. Ni siquiera la plata. Y menos con el petróleo bajito.
Quinto: La otra es hacerse el loco. Aunque lo hayan barrido y la derrota es de vergüenza. Nada. Siga hablando como loco. Como si hubiese ganado. Nadie le creerá, pero usted, líder mundial, estará contento. Sabrosón. Así, la historia lo dice, la caída es peor y duele más.
Tiempos de reflexión. Así se dice cuando la marea está baja.
Baja y fea.
erojas@eluniversal.com
Twitter: @ejrl
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