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jueves, 4 de febrero de 2016

Lo que dijo Maduro al no decir nada. Por César Miguel Rondón


César Miguel Rondón / El Nacional

Quienes dudaban de la disposición, del talento, el valor y la claridad del gobierno para enderezar el camino que nos ha llevado al hundimiento del país, anoche pudieron tener una demostración contundente y palpable de esa incapacidad para llevar adelante la república, para sacarla del pantanal en el que ellos mismos, nuestros actuales gobernantes, la han perdido. En medio de la crisis inmensa que padecemos, anoche el presidente volvió a interrumpir nuestra cotidianidad con una cadena. Suponíamos que una cadena en estos momentos de tanta penuria e incertidumbre traería anuncios importantes; por lo menos una respuesta a las propuestas que, en horas de la mañana, le había hecho en rueda de prensa Lorenzo Mendoza. Pero no. La cadena de anoche fue un extraño acto cultural, de esos de fin de curso escolar, donde, en flagrante violación de la Lopna, vimos a niñas, niños y adolescentes en un evento de evidente propaganda política, vestidos como guerreros con los pechos cruzados de carrilleras, incitando al odio y a la guerra. Este extraño acto fue para conmemorar los 17 años de la llegada y juramentación de Hugo Chávez como Presidente Constitucional de la República.

Una vez más se evidencia que el gobierno sólo vive en el pasado. El presente para ellos es pecado. El presente para ellos es un territorio minado que no quieren pisar. Por eso, o se refugian en el pasado como si fuesen recién llegados, o sólo hablan del futuro. El presente jamás.

Empezó entonces el presidente con una larga relación, absolutamente falsa, donde trató de reescribir una vez más la historia reciente de nuestro país. Pero hubo un detalle que me llamó profundamente la atención: en medio de esa larga lista mendaz de inexactitudes y medias verdades –y por lo tanto trampas–, los muchachos -las niñas, niños y adolescentes, como gusta definirlos el actual lenguaje oficial-, hacia el cierre de la cadena, empezaron a gritar esta consigna:

“¡Sí va a caer, sí va a caer, esa Asamblea va a caer”.

No hay que ser demasiado perspicaz para entender que ese coro no surgió por generación espontánea entre los muchachos. Ese coro fue ordenado e inducido por alguien que estaba dirigiéndolos. Y ese director seguramente obedecía órdenes superiores. Quien sabe, a lo mejor del mismísimo presidente.

Pero lo medular: qué raro que se plantee que sí va a caer una Asamblea Nacional que apenas el 6 de diciembre fue electa por una abrumadora mayoría popular. ¿Cómo es eso que va a “caer” la Asamblea? Los sicólogos podrían decirnos que estamos ante la proyección de una mente un tanto perturbada, acosada y sin duda temerosa. El detalle de esta consigna, aparentemente insignificante y menor, evidencia que el gobierno sólo ve la realidad, sólo la entiende, cuando está frente al espejo.

Por lo demás, la cadena de anoche dejó claro que, ante la crisis del país, el gobierno no tiene nada que decir.


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