Carlos Blanco / El Nacional
El referéndum revocatorio se convirtió en objetivo porque responde a lo que la oposición ha pregonado como su mantra: es democrático, constitucional, pacífico y electoral. No implica riesgos de violencia inmediata para el ciudadano que firma (aunque sí mediata pues lo pueden despedir de su trabajo) y es una manera de hacer “algo” concreto de carácter individual. El régimen se propuso impedirlo y lo ha logrado mediante demoras; a cambio ha lanzado un manjar llamado “diálogo” sobre el que se han precipitado ciertos golosos. El mensaje del régimen en una especie de negociación metafísica es: no te doy el referéndum revocatorio pero a cambio reconozco a algunos de ustedes en la gimnasia dialogante.
La situación al día de hoy es que no hay fecha para el 20% requerido para el revocatorio; tampoco diálogo que no sea la pantomima de Zapatero; no hay libertad de los presos políticos; buscan detener a los diputados de Amazonas; y no se respeta nada que provenga de la Asamblea Nacional. Si éste fuese el fin de la historia el balance sería que Maduro, representante de una exigua minoría, sumido en una crisis terminal que lo tiene como su principal culpable, con un partido engullido por las contradicciones, habría logrado imponerse con la represión.
El asunto es que la mayoría y la minoría son categorías que se constituyen, miden y ejercen efectos prácticos en elecciones que se respetan o se hacen respetar. Para una dictadura las elecciones no son instrumento para que las mayorías dirijan sino para que legitimar el poder autoritario; si los autócratas ganan, celebran complacidos; si pierden, anulan los resultados en la práctica o anulan los efectos de las mayorías que pasan al control de las instituciones, como ocurrió con el referéndum constituyente de 2007, al imponer luego lo que fue derrotado en las urnas, y con la abrumadora victoria democrática del 6-D, al no reconocer las decisiones de la AN. Las dictaduras no entienden de mayorías y minorías electorales, sino de fuerzas. Es decir, poder de fuego, poder de intimidación, estratagemas psicológicas, para lo cual las leyes, la cultura, la civilidad no son sino obstáculos a apartar.
En esta situación, existe la necesidad de una fuerza que obligue al régimen a aceptar el referéndum o a irse. Éste sería el tema de un diálogo serio: cómo hacer que Maduro se vaya sin provocar un enfrentamiento sangriento. Tal propósito requiere la alineación de la fuerza civil, la movilización de la opinión internacional y la fuerza militar capaz de no acatar órdenes ilegales. Así fue el 6-D. Si no es así, no será.
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